Bastante tiempo después de su estreno, me decido a ver la tan aclamada por la crítica y ganadora del Premio de la Academia a Mejor Película, El Artista (The Artist, 2011, Michel Hazanavicius). Con la correspondiente curiosidad por encontrarme frente a un film de 2012 mudo y en blanco y negro, me pregunto: ¿Qué tiene esta película que cautivó al gran público, a la crítica y a las premiaciones? George Valentin (Jean Dujardin) es una estrella de cine mudo que comienza a ver su carrera en peligro con la aparición del cine sonoro. Conoce a Peppy Miller (Bérénice Bejo) una bella bailarina que de a poco irá ganando terreno como una de las estrellas más aclamada del cine sonoro. George experimentará una caída en picada desde la cima hasta la marginalidad. En la era del 3D, Blu-ray, HD y etc. nos encontramos con un film, que humildemente, viene a ofrecer una experiencia totalmente distinta y genuina. Para narrar el paso del cine modo al sonoro, se elige nada más y nada menos que un film mudo. Parece extraño observar que un realizador eche mano a técnicas más que en desuso, cuando lo usual es ir siempre para adelante, valiéndose de las más cómodas tecnologías. Es que, El Artista, viene a convertirse en una suerte de homenaje y reivindicación a esta etapa tan importante y primitiva del cine que parece que nunca hubiera existido. Estamos ante un film que tiene un gran valor e importancia por su registro histórico: el cine se cuenta así mismo, la historia del cine ingresa en la lógica de relato cinematográfica. Y lo hace a partir de una continuidad con lo sensorial; es decir, “hagamos un film mudo para contar la caída del cine mudo”. En relación a esto, veremos hacia el final cómo se respeta esta idea de relacionar historia con experiencia del espectador. Al tiempo que se teje una historia de amor, vemos la fuerte crítica (o forma cruda de mostrar) la realidad en Hollywood.
Un día estás arriba y al otro ya no existís. Una lógica del éxito bastante particular que funciona a partir de la novedad y de lo que le es funcional a la industria, el resto se deshecha. El sistema de estrellas de Hollywood, que en otro tiempo fue incluso más cruel que en la actualidad. Y como reflejo de esto vemos la caída de George Valentin que va descendiendo paulatinamente, se muestra el cine desde adentro, desde la experiencia de quien lo hace, despojándolo del glamour artificioso al que asiste el espectador normalmente. Debo destacar que (para tranquilidad de muchos) la película no se hace pesada y, desde mi experiencia, no me sentí descolocada en absoluto por la técnica utilizada. Vale decir que la música (también ganadora del Premio de la Academia) tiene una presencia fundamental en el film. Una experiencia musical bellísima y a la altura del film grandemente estético. Las actuaciones también son destacables, sobre todo la de los actores principales. La bella argentina Bérénice Bejo, deslumbra durante todo el film, con una belleza exótica y cautivadora, es encantadora todo el tiempo. Su compañero Jean Dujardin ostenta una figura imponente que nos recuerda Clark Gable (Lo que el viento se llevó). El Artista es un “detrás de escenas” de una época clave de la historia del cine. El espectador es partícipe de una realidad que para él se da de una forma natural: los cambios técnicos, la subida y bajada de actores, etc. Así mismo, nos encontramos con una historia con emociones, gags (proporcionados sobre todos por el singular protagonismo del perrito) y expresiones estéticas de primer nivel. Un viaje en el tiempo a través de los sentidos.