Generalmente llegar a ser nada más que nominado para un Oscar es un evento importante que nadie en su sano juicio querría desaprovechar. Yo, al menos me pondría un traje caro y estaría peinándome toda la tarde. Sacha Baron Cohen hizo lo mismo pero al revés. Por motivo de la película que nos convoca, The Dictator (2012, Larry Charles), este señor cayó a la mítica alfombra roja disfrazado de su personaje y con una urna llena de las supuestas cenizas de Kim Jong-il (dictador norcoreano que se hacía llamar Líder Supremo), manifestó sus intenciones de tirárselas en el pecho a Halle Berry. Todo esto sin contar que la Academia había recomendado públicamente que no lo hiciera. Si esto pasó en la previa, la película supera toda expectativa. Esta es la película de un dictador, un personaje excéntrico, violento, malcriado y todas las cosas malas que se les puedan ocurrir. Es comprensible, ya que nunca conoció límites para sus caprichos dentro de su país e hizo y deshizo a discreción del pueblo de la República de Wadiya. Pero va a tener que bajar al mundo real cuando por una traición sea desplazado por un doble y vague por las calles de Nueva York a merced de ciudadanos que no lo reconocen. Allí conoce a Zoey, una activista en contra de su dictadura, que lo atiende, le da ropa y trabajo. Y desde allí planear su vuelta al poder. Qué decir de Sacha Baron Cohen que no se haya dicho: la composición de sus personajes no sólo satiriza al estereotipo mostrado sino también a toda la sociedad. En ese sentido, no hay quien se salve. Tanto los del norte de África como la sociedad norteamericana recibe sus fuertes críticas. Y no con muchos rodeos.
Eso es lo distintivo de esta película de sus anteriores: su visceralidad. Dejando de lado la estética del falso documental y adoptando una narrativa simple, puede tirar explosivos (terminados en punta o redondeados al final) que dejan tambaleando la “moral” preestablecida del espectador medio estadounidense. Es así como nos deja a todos en un offside ideológico, no queriendo quedarse en un humor correctamente político. Pero no la incorrección por la incorrección misma, sino que en pos de hacernos rever nuestro sistema de pensamiento. ¿Quiénes son los malos? ¿Y los buenos? Que aparezca una película que se aleje de lo binario (y más en temas controversiales) en el circuito comercial es una gran noticia para el cine. La visión casi infantil del Líder Supremo, Aladeen es la que lleva el hilo de la película, sus prejuicios y su fascismo causan las mayores risas. Lo acompaña Anna Faris, más conocida como Cindy de la saga Scary Movie, haciendo el papel que mas tocará la fibra íntima de los lectores de esta página. La corrección política llevada al extremo, a la ridiculización. Feminista, vegetariana, militante por los derechos de habitantes de países a los que nunca irá, encarna la otra cara del dictador. Entonces, si los dos “lados” (imposible no caer en lo binario) son satirizados, ¿qué pensar? Por suerte esta película no nos lo dice y confía en nosotros para que lo hagamos. El arte es aquello que moviliza, aquello que despierta identificaciones, sentimientos e ideas. El buen arte está constantemente en la búsqueda de la incomodidad del espectador para que éste logre su propia concepción del mundo. Bueno, algo de eso hay en esta película.