Los que digan que en Ocio (2010, Juan Villegas y Alejandro Lingenti) no pasa nada, están equivocados. Aparentemente no hay historia por contar, ni siquiera una simple anécdota que valga la pena. Lo cual, probablemente, obligaría a las “buenas costumbres audiovisuales” a dejar de ver la película en cuestión. En este caso eso no sucede. Todo lo contrario. Porque todo lo que pasa en Ocio, pasa menos en términos de acción que en términos de tensión. Una tensión latente que se genera sólo por el hecho de estar esperando el momento en que esa tensión se quiebre, y que nunca llega. Villegas y Lingenti deciden tirar de una soga que nunca va a romperse; sin dar información servida en bandeja y sin dar nada por sentado, escapándole a los lugares comunes. En fin, sin subestimarnos. Eligen mostrar los antes o los después de lo que tradicionalmente “debería” mostrarse; las causas o las consecuencias de los acontecimientos más que los acontecimientos en sí mismos; prefieren mirar más al que mira que lo que éste está mirando. Y todo esto les sale bien porque nunca pierden de vista desde dónde están contando su historia que, más que historia, parecen ser pantallazos casi arbitrarios –incluso algo desordenados– de la vida de Andrés (Nahuel Viale), organizados en una estructura dramática parecida solo a la de los recuerdos o a la de los sueños. En 70 minutos de película podemos entender la pérdida de una madre, que nunca termina de sufrirse (o sí). Podemos entrever un negocio oscuro que nunca termina de concretarse (o sí). Podemos suponer la convivencia de Andrés con su hermano y su padre, y el vínculo con sus amigos. El barrio de Boedo, Spinetta, Manal, San Lorenzo y los años 80 (o no). El invierno, el resfrío, los tés, los baños de vapor. ¿Mujeres? Pocas. Las que hay: muertas o fuera de foco. Pero nada, ni la lluvia, despierta a Andrés. Recomiendo leer la novela homónima de Fabián Casas justo antes o después de ver la película, para entender y disfrutar lo que significa una buena adaptación literaria al cine, sin ser condescendiente ni exageradamente libre en la versión.