En cierta forma, Sombrero -banda integrada por siete cowboys contemporáneos- aparece en la escena local para conquistar un territorio sonoro todavía sin ley, inexplorado. Como sucede en los motivos temáticos de casi todas sus letras, la ansiedad por lo inhóspito marca el pulso de cada apuesta fuerte, de cada aventura y contratiempo. Ese estilo musical casi inédito condensa la canción folk, la fuerza del folclore nacional y la música western en un mismo “puchero misterioso”. Sin embargo allí no se resume su búsqueda. En su revisión del folclore mixturado con el rock resuena un mapa poético compuesto de atributos telúricos, una metafísica del duelo y la venganza que habla no sólo del barro ficcional de la literaria gauchesca; si no de las reyertas de una nación pasada que no deja de mostrar sus ecos en la crónica político-sentimental del presente. Ese es el vigor del que se nutre una de las bandas más novedosas y vitales del momento.
La gestación de Sombrero incluye una anécdota a nivel de leyenda, un viaje al Noroeste Argentino que dejó una marca inevitable. Allí, se conocieron Mariscal (voces, guitarra y bombo), con Iguarango (voz, guitarra y charango) y Cruz (guitarra, moseño y armónica) en el verano del 2014. “Con ellos veníamos tocando en Furies hacía varios años y andábamos medio frustrados por desencuentros musicales en aquel entonces. Llevamos una guitarra al viaje y sirvió para desempolvar un montón de influencias que teníamos guardadas pero no eran demasiado afines a lo que hacíamos con la banda”, afirma Martín alias Mariscal, y agrega: “las canciones fueron saliendo solas entre paisajes y secuencias, así que volvimos y grabamos la primera parte de un tirón, en forma casera. Fuimos al Estudio Daktari de nuestro hermano Norman MacLoughlin, hicimos las sobregrabaciones necesarias y sumamos definitivamente al Gavilan (Los Alamos, Val Veneto) en trompeta y acordeón, a Don Leo (Yaswa) en mandolina andina, al Davoogie (Cristos) en bombo y bajo y a Tuco en bombo leguero (Banda de Turistas). Durante un buen tiempo formó parte Nano Tonelli (STA, Onda Vaga) en trompeta y actualmente contamos con el Coronel Pedernera (Kirlian) en bombo y percusión”.
Sombrero acaba de subir “El Errante” a las plataformas digitales (Bandcamp, Spotify, iTunes,) como adelanto de un próximo disco más que promisorio. A propósito del show que darán el domingo 26 de febrero en el marco del Festipulenta, charlamos de todo con Mariscal, uno de los artífices de esta banda que pivotea entre la baguala, el rock y el country.
¿Cómo se fue dando esa impronta que tiene la banda a partir de la combinación entre la balada western y el folclore argentino?
Se dio de forma espontánea, quizás por la amplitud de géneros que nos gustan y por ver que había denominadores en común entre ellos. Nos gusta Atahualpa Yupanqui, Hank Williams, José Larralde y Marty Robbins porque son folkloristas, hablan de las vivencias de su tierra. Y hay musicalidades que comparten, por ahí. Cuando te das cuenta que una milonga y una balada western comparten la misma secuencia de acordes, te empezás a hacer preguntas. ¿Cómo puede ser que haya un tema de Falú que suena como John Fahey?
¿Qué diferencias y qué puntos de encuentro descubrieron entre lo gauchesco y el mundo del cowboy? ¿Cómo los impulsó eso para forjar el rasgo distintivo que tiene la banda?
Esos puntos de encuentro existieron en los dos últimos siglos de forma más o menos difundida. El Facundo o la caracterización de nuestros caudillos ha sido narrada en un modo similar a las historias de frontera de Estados Unidos. Hay una épica del hombre errante, del héroe bandolero que se puede apreciar claramente. Sin ir más lejos, en nuestro país se han filmado Las Guerras Gauchas o Pampa Bárbara cruzando la influencia del western clásico como lenguaje para contar nuestras luchas de independencia y civiles. Inclusive, hay marcadas influencias del western al retomarse el tema de los caudillos y el revisionismo en los 60/70s con el Martín Fierro de Torre Nilsson o el Rosas y Don Segundo Sombra de Manuel Antín. El hecho de disfrutar de estas películas y cierta afición amateur por la historia nos pedía que hagamos un guiso con todos esos ingredientes.
¿Cómo influye en sus letras la literatura argentina del siglo XIX?
Esa influencia también está presente, no solamente en las letras sino a la hora de crear un clima musical. En “El Errante”, que es el primer sencillo de nuestro segundo disco, está muy presente ese deambular que denominó gran parte de las historias grandes de nuestro país en el siglo XIX. La frontera, el hastío de las distancias interminables en un país con la extensión del nuestro, la tensión ante el peligro y la soledad. Hay una intención de rememorar ese clima, incluso en vivo. “Lanza en alto” y “Tigre del río” son otras canciones del disco nuevo donde veo que puede haber gran influencia de esa literatura.
Participaron de la banda de sonido de la película Vapor de Mariano Goldgrob. ¿Cómo surgió ese proyecto y cómo fue esa experiencia?
A Mariano lo conocemos hace muchos años, con él hicimos un video con Furies y tenemos una grata amistad desde aquella época. Seguimos de cerca su lucha para filmar y concretar su película por lo que estamos muy contentos con el éxito que está teniendo. Hay dos canciones de Sombrero que aparecen en la película: “El Calor de Purmamarca” y una versión de “La Insolación” adaptada específicamente para la película por Diego y Norman. Hicimos la música incidental e inclusive grabamos la versión karaoke de “Jolene” de Dolly Parton que aparece en la película. Fue una experiencia excelente que pudimos repetir al poco tiempo con La Trampa de Jerónimo Paz que todavía no se estrenó y a la cuál le brindamos canciones y alguna inédita para la película. Es un modo de trabajo muy cómodo y al que aspirábamos desde chicos: musicalizar imágenes en movimiento.
¿Qué significa para ustedes tocar en el marco del Festipulenta? ¿Qué bandas que tocan en el Festi resultan interesantes o inspiradoras?
Nos pone muy contentos volver a ser considerados para el festival. Estuvimos en dos ediciones con Sombrero y una con Furies, nos hacen sentir parte de un modo muy grato. Con Nico y Juan tenemos una gran relación y afinidad en un montón de temas, siempre se han portado bárbaro con nosotros organizando o en su -lamentablemente- extinto programa de radio. Tienen una forma muy profesional de manejarse con las bandas sin perder la calidez y hay que valorarlo porque son muy pocos los que lo logran. Del día que nos toca participar, apreciamos el trabajo de Shaman, con el que alguno nos ha vinculado. Tiene modos muy propios y un cuidado en los arreglos que es para destacar. Y también Hablan Por La Espalda, que con una carrera de 20 años se animaron a dar un giro grande en su carrera y combinar sus propias influencias de toda la vida con la tradición candombe de Uruguay. Creo que hay puntos de encuentro con esos dos proyectos.
El año pasado sacaron un single versionando “Patagonia” de José Larralde. ¿Por qué decidieron homenajear a este cantautor argentino?
Siempre decimos que hay que devolverle al folklore el lugar que se merece. La cara del foklore hoy es Abel Pintos haciendo una balada en calzas. A mí eso no me representa, qué querés que te diga. Hay que sacar el folklore de ese lugar anodino y asexuado, limpito, de 3 tipos con barba candado que cantan en un salón de fiestas. Es para matarse. ¿Cómo pretendemos que un pibe conozca la música de su país si le ofrecés eso? A Larralde hay que reivindicarlo todos los días, porque suenan 30 segundos y te sacude el piso. A él, al turco Cafrune, a Atahualpa, a Horacio Guarany. La biografía de varios de ellos no es menos problemática que la de Johnny Cash, eh…con sus excesos, persecuciones, romances y demás. “Son verdades las que digo, aguanten si son varones”.