Con Eco del Parque (Juana Ramírez Editora), Romina Freschi avanza en la consolidación de una obra poética personal. Se trata de un poema largo de verso corto, que gravita sobre la nada, para rescatar la infinitud de lo finito: su éxtasis, el goce por la palabra. Esta música que igualmente puede sonar agradable al oído y a la inteligencia, permite percibir de qué manera en Freschi, conviven la presencia y la ausencia. Se van filtrando mutuamente sin necesidad de neutralizarse. Pues no se trata ya de la verdad sino del sentido, o mejor, de su construcción.
Algunos de sus libros publicados han sido: Soleros (1997), Redondel (1998), El-pE-Yo (2003), Marea de Aceite de Ballenas (2012), y Juntas (2014). Freschi fue fundadora y directora de la mítica revista de poesía Plebella, publicación que se destacó por promover nuevas posibilidades en la escena poética.
-El libro de corte intimista, tiene un tinte amargo, de inconfundible dolor: “La vida suena/ tintinea/ errática/ y sin sentido/ hasta que/ acaba.” ¿Cuáles fueron los alimentos espirituales que nutrieron este poema de largo aliento?
-Hay cientos de apariencias en el libro y me cuesta hacer o avalar afirmaciones definitivas sobre él. Tampoco puedo asir lo que es el espíritu. Si es cierto que el texto recoge cierto destilado de pérdidas vitales, lo cierto también es que mi vida es una vida común, con las pérdidas que se producen en cualquier vida. En ese punto, en cualquiera de mis libros hay experiencias vitales (y pérdidas) que me sirven de apoyo para la escritura. No niego que las utilizo, y el modo en que las utilizo es problematizador, lo íntimo es un punto de partida más hacia lo alucinatorio de la poesía. Pero también hay otras cosas. El libro puede tener cierta intimidad, y cierto tono doloroso, pero es una fabricación que puede -y quiero creer que lo hace– envolver otras cosas o refractarlas. Sí hay un trabajo de torsión de los materiales para que brillen distintas facetas. Y hay un esfuerzo para hacer que ello parezca “natural”. Como un trampantojo.
-El dolor parece articular el poema. Sin embargo, busca una verdad. ¿Qué te procura el área suburbana del parque, “entre álamos plateados/ frente al sauce/ el árbol de las paltas”?, ¿sólo un sitio de escape de este mundo para el artificio del poema?
-No creo que el dolor solo articule el poema, y si bien creo que siempre hay una verdad posible, me gustaría creer que hay muchas y que el texto recorre algunas. Lo suburbano y lo parquizado son espacios que me permiten indagar las mixturas y las mediatizaciones. Se supone que son espacios que preservan o nos acercan a la naturaleza, sin embargo, no serían apreciables de ese modo si no es a través de aquello que intentan disolver: lo urbano, lo cultural. Y no hay huida de lo cultural. Esos espacios nos posibilitan un escape muy acolchonado a algo que está perdido: “la verdadera Naturaleza”. Puedo buscarla como una verdad, pero la verdad es que está perdida. En ese ir y venir, se mezclan otros espacios internos, que yendo a lo binario podríamos definir como lo conciente y lo inconsciente, lo sujeto y lo objeto, pero pronto podemos abandonar lo binario y agregar multitudes, lo elloico, la memoria, el otro, en fin, otras películas que nos engolosinan en la búsqueda – que podría ser una búsqueda de la verdad (que está perdida). Sí hay, si querés, un intento de fundir o igualar lo humano a otras especies y reinos, un mirar desde una línea en la que es posible atravesar fronteras (la paz y el éxtasis). Lo que sí es algo triste, o mejor, frustrante es que apenas divisamos y señalamos umbrales. Nuestro adentramiento en esos mundos es muy débil, aun para los guías más expertos, los stalkers o los chamanes. Por eso me parece siempre necesario señalar esos pasajes, dejarse encandilar por ellos.
-Iniciás con un verso categórico: “No hay paraíso en la tierra”, aunque luego afirmás: “sí, hay paz y éxtasis”. ¿Qué pensamientos te trae esa palabra, “éxtasis”?, ¿acaso el poema surge del éxtasis?, ¿por qué?
-Toda poesía surge para mí del éxtasis, la poesía es siempre una salida, y una de las mejores. Si hay dolor en Eco del Parque, lo cierto es que también hay éxtasis, si no, no habría poema y no estaríamos hablando del tema. En su posfacio, Roberto Echavarren conecta el éxtasis al nihilismo. Sí hay nihilismo, y este es vencido, por momentos, por el éxtasis. Pero eso también es una apariencia. Hay éxtasis “porque” hay nihilismo. Si todo termina en la nada, entonces cuando hay todo, hay que montarse a él. Hasta que se termine. Hay cierto espíritu festivo en la cosa, aunque parezca dolorosa, atravesar algo (la vida, pero cada cosa de la vida) implica una travesía, llegar a la muerte, y así, vivir. Cada umbral y cada pasaje nos propone una otra cosa, los días son una aventura.
-Asimismo aparece el “cemento”, como contrapunto. Como espacio asfixiante para la respiración de la palabra… Más allá de lo obvio, ¿de qué modo pensás que el acento ecologista construye el sesgo de ciertos versos aquí reunidos?
-Hay una reflexión sobre el mundo humano y los otros mundos, como te decía anteriormente. El cemento es una barrera muy sólida, nos desconecta de los otros reinos. Pero no es una barrera absoluta. Se puede trascender. Creo que el libro señala algo de esos mundos, perdidos cotidianamente –ahí están la pérdida y el nihilismo– pero al alcance también todos los días (y esa es otra vivencia de lo cotidiano) en múltiples umbrales – ahí el éxtasis. Preservar los otros reinos –también a través de la ecología– es un modo de preservar esos umbrales. El capitalismo –como partenaire de la ecología– nos propone paraísos artificiales construidos con barreras de cemento como negación de todos los otros. Pero las cosas son barreras en la medida en la que las cosificamos.
-¿En qué consiste escribir en torno al “plumaje” de la “ausencia”?
-Lo ausente designa un vacío. Más si hubo algo llenando ese vacío. Si sentimos algo ausente es porque de algún modo está presente. Las plumas son una metáfora de esa presencia alucinatoria, meramente. Convivir con un pájaro implica convivir con sus plumas -que muchas veces se sueltan e invaden los espacios más inesperados- y con una suavidad especial. Cuando esa convivencia termina, las plumas pueden permanecer mucho tiempo. Esa anécdota está detrás de esa metáfora. El texto sí se hace cargo del afecto, que es mucho más concreto que el dolor y que el cemento. Hay mucho afecto en Eco del Parque.
–Eco del parque es un libro de tono elegíaco, de trabajo riguroso en torno a la palabra. Me refiero que está escrito a través de una gramática pulida, que resplandece de claridad. ¿Podrías glosar el modo en que trabajás esa búsqueda estilística con la palabra?
-La escritura me ocurre como una pasión sobre la frase. Una curiosidad hacia lo extraño, como si estuviera abriendo un túnel con la frase, siempre hacia una dimensión desconocida. No es que no sepa de qué se trata, pero sí no sé cómo se escribe, y la escritura como herramienta, o mejor, como arma, sable de luz, ilumina zonas de la experiencia y el pensamiento que solo (me) ocurren en el armado de las frases. Materialmente se traduce en algo sintáctico y musical. Antes te decía que hay algo de trompe l´oeil en este libro, y tiene que ver con que las primeras etapas de su escritura tuvieron andariveles muy gruesos en el uso de las repeticiones y en un andamio de versos mucho más largos y alambicados internamente. A eso se le agrega alusiones a El Sueño de Juana Inés, que operan en lo estructural, y de varias reminiscencias a otros textos, muchos del siglo de oro, otros más actuales, incluso versos míos, reconvertidos. Eso está como una figura en el fondo de la imagen, que muestra hoy en la superficie solo versos cortos. Me gusta pensar que los versos están haciendo una columna entorchada, y que en ese helicoide se van desplegando y despidiendo muchas cosas. Ese trabajo de corte de verso vino después. Creo que en una primera instancia cada verso corto da la sensación de algo muy simple, pero creo que, como vos decís, es algo pulido y a la larga, en la acumulación, va desplegando una serie de matices que producen una cintilación al leer. Hay mucho que ha sido limado y sublimado en ese trabajo intenso con las frases. En un punto, este libro se acerca mucho a la escritura de Todas Cuerdas, que está por reeditarse (Editorial Hekht. 2017, sobre todo a la hora de trabajar las frases en la etapa inicial y el tipo de trance prolongado que me propusieron inicialmente los dos libros. Todas Cuerdas tuvo una segunda etapa diferente, porque no corté los versos del mismo modo, pero en una primera etapa el Eco se veía y sonaba parecido a las Cuerdas.
-Por cierto, el vuelo chamánico de tu querida Sor Juana atraviesa el libro. ¿Siempre como guía de tu poesía?
-Hay lecturas que siempre están operando. La obra de Juana Inés es inmensa y contiene todas las preocupaciones de la mente latinoamericana y más. Juana intentó aunar todo el conocimiento y la visión del mundo fusionando concepciones muy vastas y ricas, incluso cosmovisiones que hemos perdido, o que nos son muy lejanas. Ella maneja e interrelaciona múltiples ramas religiosas – apostólico-romanas, o no – de las doctrinas judeo- cristianas, el hermetismo, el pasado egipcio, el grecorromano, la incipiente ciencia iluminista, el conocimiento de las civilizaciones originarias de América, cosas en su momento muy heréticas. Y hace cuerpo en ella la experiencia americana que transforma el mundo. A ello se le suma una tradición más: la de las mujeres. Todo eso en un momento en el que la iglesia y la monarquía aplastaban por un discurso único – siendo el discurso la hoguera más suave. Juana es una escritora que nunca terminaré de leer y todo lo que leo de ella termina siendo muy importante para mí. Es una chamana. En el caso particular de El Sueño, es una lectura recurrente. E intento responder desde mí, a alguna de las inquietudes que allí se plantean en torno a la posibilidad de comprensión del mundo. En el inicio y en el final del Eco hay claras alusiones al principio y el final de ese poema. En el medio algunos versos se entremezclan también. Tuve la fortuna de formar parte de la edición de El Sueño que armó Roberto Echavarren (Ediciones La Flauta Mágica) quien escribió la interpretación más lúcida que existe sobre ese enorme poema. También se lee un texto de Luz Ángela Martínez sobre “El Divino Narciso”. Yo escribí sobre la correspondencia de Juana Inés, que es sin duda fascinante ya que desnuda toda la trampa institucional que enmarca el barroco colonial.
-Me gustaría te refieras a tu proyecto que es Juana Ramírez Editora. Gente talentosa se encuentra relacionada a él.
-En Juana Ramírez hay mucho talento. Es justamente una “comunidad cooperativa gánica” y participamos muchos que nos venimos encontrando en varias instancias anteriores, presentes, sin duda futuras también. La idea de “comunidad” hace énfasis en lo común, lo compartido. La de “cooperativa” a un modo de trabajo que se opone a la lógica comercial tanto de la producción como del consumo. Lo “gánico” se encadena a lo anterior en cuanto a que recupera las “ganas” como compromiso primordial. El nombre sale de ese ensayo que escribiera sobre Juana Inés. Tiene que ver con recuperar una identidad que vuelva a revelar su trabajo- es difícil desocultar un personaje que se halla fijo bajo un hábito de monja y bajo tanto discurso; hasta su literatura la oculta, ya que se la estudia como poeta difícil pero no como filósofa, por ejemplo. El proyecto busca dar a conocer obras valiosas, que conspiren en alguna medida con la obra de Juana Inés, e ir desplegando una constelación que supere la obra entendida como verso y que vaya por otros fluidos y objetos; audiovisuales, performances, fotos, voz, crítica, teoría, filosofía… El año pasado tuve el privilegio de presentar mi libro junto a los de Roberto Echavarren y Caro García Vautier. Y desde lo audiovisual, Juana está sacando a la luz registros de muy diversos eventos que tuvieron lugar en los últimos años. Desde la página se puede acceder al canal de YouTube del proyecto, Juana Ramírez Emisora. Es un gran material y un incipiente archivo.
-¿Pensás volver a dirigir una nueva revista de poesía, tal vez una suerte de continuación de tu mítica Plebella (2004/12)?
-Extraño a Plebella, y me encuentro con gente que la extraña. Pero dirigir una revista así implica una gran energía que ya doné, que creo además que todavía circula, replicada por muchos otros proyectos que no serían posibles sin Plebella, y esa energía todavía debe circular por el universo. Hay ahí un retorno desorganizado, incluso en el potencial de Juana Ramírez. El libro que sacó Eudeba sobre la revista es un testimonio que creo que sigue acercando el proyecto a gente que no lo vivió, por ejemplo. No creo en la lógica de la “novedad editorial”. Leer profundamente es una tarea interminable (si no, mirá cómo seguimos leyendo a Juana Inés)… Plebella todavía se está leyendo.
Romina Freschi recomienda Unicorn de Tyrannosaurus Rex:
“Toda la obra de Marc Bolan me alegra literalmente la vida. Este disco es uno de los más conocidos; tiene un hermoso trabajo de percusión y agrega la guitarra eléctrica a una banda que antes no la había utilizado. Por otro lado, el divague de la voz en este disco en particular logra transportarme. Es un gran mago amigo.”