Camilo Joaquin Villarruel, más conocido como Milo J, es el abanderado de la nueva ola de músicos que transmiten con una fuerza imparable lo que les recorre por el cuerpo. Su nuevo disco, La vida era más corta, se aleja del trap y se apoya en las raíces del folclore. Hoy, sus canciones transpiran argentinidad por todos sus recovecos, mostrando que lo que consumen, piensan y sienten los jóvenes hoy está cambiando.
Un gesto que dice más de lo que parece
El 12 de febrero de 2025, Milo J iba a dar un show gratuito en el predio de la ex-ESMA, pero la Justicia canceló el show por pedido del gobierno de Javier Milei, haciendo alarde tanto su negacionismo con respecto a la dictadura militar como de su tendencia a perseguir a artistas que expresan su desacuerdo con su gobierno. Esta vez, el miedo y la desidia hacia un artista que mueve masas en un espacio de memoria habla del choque sociocultural que sufrimos. Frente a esta situación, en vez de alojarse en Miami y hacer un disco de trap con letras de forreo, Milo se asentó en nuestro país para crear un álbum que reivindica el ser nacional con sonidos característicos argentinos, de la mano de TATOOL en la producción y voces como las de Mercedes Sosa, Soledad, Silvio Rodriguez, Cuti y Roberto Carabajal y Trueno.
Mercedes Sosa y el innegable nudo en la garganta
En diálogo con Indie Hoy, Milo confiesa: “Cuando le mostré el disco a la discográfica les encantó, y me dijeron que había una sesión de La Negra Sosa que nace en una grabación en el camarín de La Sole. Lo grabaron por las dudas de que Mercedes no llegara al show de Soledad, pero al final llegó y este audio quedó en la nada, así que lo dejaron a mi disposición. Lo tratamos con mucho amor y respeto a su persona y todo lo que representa”. En una suerte de constelación, la voz de La Negra abre la última canción del disco desde otro plano, diciendo entre risas: “¡Tiene que salir a la primera, eh!”, y de alguna manera anticipa que solo había una chance universal para que esta canción se dé. Lo que sigue es la voz de Milo en un tono dulce por demás que, como si fuera canción de cuna, entona: “Río abajo voy llevando la jangada, río abajo por el Alto Paraná, es el paso de la sombra derrumbada, que buscando el horizonte bajará”. Así, hace escuela para los jóvenes que se perdieron el ser contemporáneos a la cantora, y a la vez, les da un mimo para los vieja escuela.
El foco en las raíces: recuperando la fuerza del folklore
En tiempos de frenetismo y descarte musical, elegir volver a lo autóctono no es ingenuo, sino un manifiesto político. Milo planta bandera en una generación de jóvenes que buscan referencias identitarias en la música nacional para entender y defender quiénes somos frente a un cipayismo en constante avance, y construye un puente para acercarnos a nuestros géneros como el folklore, el tango y el carnavalito, ahora reversionados. “Hay un pesimismo bastante potente que engloba al disco. Si bien no digo: ‘está pasando esto en mi país’, como todos la estamos pasando mal, tengo ganas de hablar de esto y, en concecuencia, de por qué el país está así. Una cosa pasa por la otra”, dice Milo. En el disco abundando los mensajes contundentes dichos de manera simple y accesible para todos. Es la emocionalidad pura de un pecho erguido que no siente vergüenza de ser.
Lágrimas aseguradas
Aunque la presencia de voces femeninas como las de Soledad y Mercedes Sosa nos erizan la piel, la anteúltima canción del disco, “Luciérnagas”, en colaboración con Silvio Rodriguez, hace que se nos forme un nudo en la garganta. “La escribí la noche después que falleció mi abuela, y sin querer terminó siendo con Silvio, que era también el artista favorito de mi abuela. Es muy loco y a la vez es tristísimo”, confiesa entre risas cómplices. Acá, Milo representa con una cadencia tiernísima el vínculo con su abuela, a quien define como uno de sus pilares, otra raíz que lo mantiene con los pies en la tierra. Entona: “Si miro tu rostro, vuelvo a nacer. Pasará la vida y no volverás, yo no veo tu cara en el ataúd, veo un ser de luz desaparecer” Para luego, finalizar en una suerte de plegaria infinita: “Te veo, te sueño, te extraño”.

Afuera la etiqueta de “promesa del trap”
“Me siento aliviado de sacarme la etiqueta de promesa del trap. Es una de las cosas que más disfruté de este proceso. Siento que los artistas jóvenes están profundizando más en encontrar su nicho y lo que realmente les gusta y me pone muy contento. Siento que estoy pasando por eso también”, dice Milo y es inevitable pensar en Cazzu y su último disco Latinaje. En la industria de la música tres años equivalen a diez, y él, que con solamente dieciocho años ha logrado sembrar semillas para una carrera con un futuro innegable y un Vélez en la puerta, elige transitar el camino con calma y disfrute, dando como resultado un disco contundente, voraz y con memoria viva.
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