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    Fede Cabral: “Ya no le pido tanto a mi música, sé que voy a tocar siempre”

    El ex miembro de Sancamaleón nos cuenta sobre su nueva rol como productor y cómo se equilibra con su faceta artística.
    De Santiago Berisso02/10/2025
    Fede Cabral horizontal
    Federico Cabral. Foto: Cortesía del artista

    Si acaso existe algo así como un brillo en la mirada, el rostro de Federico Cabral lo refleja al momento de hablar sobre Alma, su nuevo estudio de producción, grabación y mezcla recientemente inaugurado en la localidad de Vicente López, a pocas cuadras de la General Paz. Confiesa que el espacio le significa mucho más que lo que pueda entrar por los ojos y oídos. Para él se trata de rubricar un camino que comenzó a trazar años atrás, con su primer estudio, Florida Music, que construyó en tiempos de pandemia. Hoy, Federico se ubica más cerca de la trastienda del sonido, quizás en desmedro del protagonismo que le pueda otorgar a su faceta como compositor y cantautor. Sin embargo, de alguna manera, sabe que esa pulsión creativa siempre va a estar. 

    El hecho de que hoy esté más abocado a producir no significa que se haya desentendido de su veta creativa. Está cómodo con el hecho de tener la posibilidad de vestir los dos sombreros y sabe en qué momento reunir fuerzas en un sentido para aligerar la carga en el otro. Sin ir más lejos, aprovechando que la obra del estudio aún estaba en progreso, en 2024 editó Irrompible, su último disco, que él mismo definió como música fabricada para durar, con canciones que suenan clásicas: un sonido nítido, de guitarras suaves y una voz cálida que se pone al frente de las melodías.

    En agosto de este año, llevó el disco al escenario con un vivo en La Tangente en trío, formato en el que también fue grabado. “Estuve volviendo más a todo lo que tiene que ver con tocar, armar una banda, preparar conciertos y me cebé de vuelta, pero desde otro lugar: hoy entiendo que mi trabajo es este, el de productor, y por ahí ya no le pido tanto a mi música, cuando antes quizás sí lo hacía. Sé que voy a tocar siempre, si me va bien, buenísimo; si hay gente que me escucha, buenísimo; y si no, lo seguiré haciendo para los que me escuchen, no sé. Es una cuestión de aceptación, en un momento, te das cuenta de que no sos Charly”.

    En una época en la que son más los estudios que cierran que los que abren y los discos híbridos o directamente hechos en casa siguen ganando terreno, entiende que Alma busca recuperar el valor de estar en cuerpo y cabeza en un lugar. No piensa la grabación en términos de mejor o peor de acuerdo al tecnología o infraestructura con la que uno cuente, pero sí destaca que un estudio puede tener la capacidad de hacer de una instancia una experiencia completa. “Está buenísimo poder grabar con tu compu, en la cocina, en el baño, donde fuere, pero ir a un lugar que te inspire y desafíe a encontrar tu mejor versión lo transforma en algo distinto”.

    Alma se esconde detrás de un garage frontal en una calle cortada. Está equipado con dos salas (una para voces y otra para instrumentación), construidas según la lógica de box in a box que, como su nombre lo indica, consiste en construir una sala interna dentro de una estructura ya existente. La estrella del lugar, de cualquier modo, es la sala de control: el diseño de los monitores —a manos de Daniel Ovie (que trabajó con artistas como Rubén Blades, Marilina Bertoldi y Mi Amigo Invencible)—, la calidez de la madera guatambú y la consola de 16 canales como centro insoslayable, lo hacen pensar a uno al mando de una nave espacial.

    Fede Cabral
    Fede Cabral. Foto: Sofía López Mañan

    Florida Music estaba a pocas cuadras de donde está ubicado Alma. Sin embargo, en ningún momento lo piensa como una mera mudanza. Más consciente de la relevancia que tienen en la grabación el espacio dado y el contacto con los artistas —no sólo como un reservorio de talento y trabajo sino como personas con todas las letras—, el ex líder de Sancamaleón siente que tiene frente a él una hoja en blanco, la oportunidad de escribir una historia nueva en una carrera artística de ya más de 20 años. “Estuve mucho tiempo trabajando solo. Florida Music era un estudio más chico, entonces se prestaba mucho para el músico solista que venía sin banda, y estábamos como encerrados en el laboratorio y yo después me quedaba mezclando… y la verdad es que quería tener un lugar para que viniera gente”, dice.

    Trabajar con otras personas lo asocia con la figura de productor con la cual ha ido generando sus propias armas en los últimos años. Haber producido a otros artistas como Patricio Cornejo Stegmann (conocido como Tolar), Marcia Deviaje y Pablo Potenzoni (ex Todos Tus Muertos) no sólo contribuyó a escuchar desde otro prisma lo ajeno, sino también a ser menos sentencioso a la hora de reescuchar su música. Claro está que por más que la pieza sea una sola, con el correr del tiempo, la percepción de uno puede verse modificada. Esto puede significar desde encontrar detalles donde antes no había nada, hasta incluso tener un juicio absolutamente diferente de lo hecho hace años o apenas meses. En ese camino recorrido como productor, Federico siente que ha (des)aprendido a no caer en fundamentalismos quizás más propios de un oído joven que suele llevar consigo más intransigencias y poses que matices y segundas escuchas. 

    En definitiva, el viaje al pasado artístico propio depende mucho de la personalidad de cada uno, piensa. “Recuerdo haber leído algo de [Andrés] Calamaro en donde decía que no escuchaba sus discos. 'Qué radical', pensaba. Yo los re escucho mi discos, sobre todo lo más reciente. Hace poco me pasó de volver a escuchar mi primer disco solista. El año pasado se cumplieron diez años desde que lo saqué, no lo escuchaba desde hace un montón, lo escuché de un saque y me pareció bárbaro. Recuerdo que en la escucha anterior había detectado cosas que no me gustaban, pero hoy lo escucho sin prejuicios”, explica. A la larga, dice, “es un flaco, que sos vos mismo hace diez años, dando lo mejor que tenías… si es que fue hecho con ese amor genuino, claro”. Aún más atrás en el tiempo, el efecto es el mismo al revisitar los discos de Sancamaleón: “escucho lo crudo, lo real, todos los fantasmas y sueños de la época”.

    Como parte de ese ejercicio de desandar la escucha, piensa que tanto en el rol de producción como de creación hay que saber darle un cierre a todo, especialmente cuando con un disco propio.  La música aparece como una instancia de oportunidades infinitas en las que, si hay un obstáculo, no va a ser otro que el del propio seteo mental. Si algún elemento se hubiera podido ajustar, sumar o quitar, es sencillamente una invitación a encararlo de ese modo en el próximo disco: “Llega un punto en que es aceptar que la obra no deja de ser una foto del momento. Una foto para la que te preparás, para la que te ponés la mejor ropa, te peinás, busca la luz, el ángulo y en un momento la sacás y listo. Es saber aceptarlo con alegría sabiendo que diste lo mejor posible para que eso ocurra. Es saber llegar hasta tu propio límite artístico. Y lo que sea que le falte le tocará al próximo disco”.

    Para él, el ideal es que la faceta productora y la creativa formen  un equilibrio en el que un aspecto actúe de contrapeso del otro. Una faceta llama al músculo, el frenesí y el sudor, mientras que la otra invita a una experiencia más cerebral, estructurada para la generación de un hábito. “Me pasó que desde 2016 hasta antes de la pandemia estuve tocando un montón, particularmente yendo mucho a festivales de Europa. Me iba con charango y una máquina de ritmos”. Al ser él solo con sus bártulos todo era mucho más fácil y accesible en la logística. “Llegó la pandemia —recuerda— y me puse a reformar bien mi estudio anterior y a trabajar mucho como productor, tocando cada vez menos. Mis hijos crecían, había que aportar a la casa, pero también lo extrañaba. Hay una sensación muy linda de tocar en vivo que debe tener que ver con una especie de resaca emocional, el día después todavía está todo medio en el aire y en la cabeza. En definitiva, ese tocar en vivo te hace ganar seguridad y confianza, vas a los bifes: ese bombo va ahí, no doy vueltas, sé que va ahí y listo”.

    Hoy, el llevar adelante un estudio lo describe como una apuesta, “incluso a nivel familiar, por momentos decía: '¿Qué estoy haciendo?', endeudado, todo en rojo”, dice con la sonrisa de quien sospecha que es imposible despojarse de una dosis de inconsciencia a la hora de tomar de decisiones en los proyectos artístico-culturales y que ya suficiente datificación y afán de rédito económico está experimentando la industria a nivel mundial como para levantar un nuevo estudio con ese único afán. “Es un lindo riesgo, quiero crecer, quiero grabar mejores discos, que vengan artistas que levanten la vara del estudio. Como ha pasado con muchos estudios, me encantaría poder construir esa mística de un lugar que tiene su sonido propio”.

    Fede Cabral en estudio Alma
    Fede Cabral. Foto: Cortesía del artista

    Esa mística impregnada en ciertos estudios probablemente se nutra del rasgo mágico o enigmático de los artistas que pasan por ellos. En ese sentido, también cree que la figura del músico como “hechicero” ha perdido cierto peso frente al avance de la plataformización que expele todo lo que no se ajuste a sus preceptos. La idea del artista pensando en los tiempos de atención de la gente —que hoy han cambiado— y en una estructura musical que se amolde a ellos para evitar el skippeo le hace ruido: “No pensemos en eso. Hacé música para vos, porque te gusta hacerla y nada más, quizás esa sea incluso la estrategia de marketing al final, porque de ese modo hay más posibilidades de dar con la gente que conecta con vos”. Para él, la industria musical “siempre fue muy cruel con el artista, como algo descartable, y con la IA eso se ve aún más. No deja de ser un negocio en el que siempre van a querer bajar los costos, pero hoy el músico está peor que nunca. Al margen, hay una cuestión de que antes, quizás hace 20 o 30 años, el que hacía música era medio como un loco y hoy se perdió un poco esa cosa mágica”.

    Quizás sin vestirla con tanta estridencia, en la recuperación del espacio como variable clave para la creación de un disco encuentra un claro acto contracultural. Federico inhala una bocanada de aire, lo exhala y acompaña con una sonrisa: “todo el tiempo, todo es riesgo”.

    Fede Cabral Música en Argentina
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