Pierre-Adrien Sollier es un artista que, al igual que muchos otros, gusta de intervenir viejas obras de arte y darles su toque personal.
En este caso, el francés toma cuadros como “El naufragio de la Medusa” de su compatriota, Théodore Géricault, y las recrea, pero con pequeños grandes cambios: reemplaza a las personas por muñecos Playmobil.
“La primera pintura de mi serie Museo fue ‘La balsa de la Medusa’, que firmé en 2009, pero comencé en 2007. No me imaginaba en ese momento que volvería a visitar todas esas obras maestras”, dijo Sollier en diálogo con Infobae Cultura. ”Mi objetivo, por el momento, era crear una imagen contemporánea y cuando veo esta pintura tan dramática y romántica de Géricault con todos los personajes convertidos en Playmobil, lo encontré no solo divertido sino también cínico y metafórico.”
Otros trabajos de Sollier son las réplicas de “La última cena” y “La Gioconda”, de Da Vinci; “La lechera”, de Vermeer; los trípticos de El Bosco “El jardín de las delicias” y “Tríptico de las Tentaciones de San Antonio”; “Las Meninas”, de Velázquez; “Bar en el Folies Bergere”, de Manet; “Mademoiselle Rivière”, de Ingres; “Los Jugadores de Cartas”, de Cézanne; “Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte”, de Seurat; “Baile en el Moulin de la Galette” y “El almuerzo de los remeros”, de Renoir y “Nighthawks”, de Hopper.
En lo que se refiere a la metodología que utiliza para dar con uno de sus cuadros, el artista dijo: “Con respecto al proceso técnico, la mayoría de las veces hago imágenes de los personajes por separado y las pongo juntas en Photoshop para crear una composición que usaré como modelo. Entonces, la primera etapa es esta mezcla de dibujo y material numérico para tener una idea precisa de las proporciones, los colores y también el tamaño del lienzo. Después de eso, dibujo la forma de esta composición definiendo con precisión los rangos de color. También puedo poner un espléndido color azul o marrón para definir la sombra y los rangos brillantes antes de comenzar a pintar, especialmente para las composiciones complejas.”
Los cuadros son realizados con acrílico y pintura al óleo “para obtener un esmalte muy preciso y también efectos particulares”, señaló.
Pero Sollier comentó que su pasión por el dibujo no es algo nuevo, sino que lo acompaña desde que tiene recuerdos, aunque en su memoria persiste el interés por los mangas y los cómics y que, antes de convertirse en artista, quería ser escritor de historietas.
“Cuando era niño era bastante turbulento, en realidad me gustaba la hiperactividad y dibujar era la única actividad en la que podía concentrarme. Entonces mi madre me inscribió muy temprano en el curso de dibujo de mi ciudad Colombes, que queda en las afueras de París”, recordó. En aquel taller descubrió que “tenía muy buenas habilidades para copiar y podía pasar horas haciéndolo”: “Fue una especie de terapia.”
Durante la adolescencia un maestro le infundió aún más “la pasión por la pintura” y de él aprendió las “habilidades muy clásicas y académicas, como perspectiva o cómo usar las luces, los colores.”
“En este momento, definitivamente preveo las posibilidades ilimitadas y el poder de convertir las cosas en realidad. Sabía que quería ser pintor desde entonces y le debo lo más que sé hasta ahora. Paralelamente obtuve mi beca y cuando pasé mi bachillerato comencé justo después de mis estudios artísticos en 2000 en la escuela preparatoria francesa L’atelier de sèvres. Luego me gradué en diseño gráfico en la Escuela Superior de Arte de París (EPSAA). Y para terminar hice un diploma de posgrado en animación en la escuela Saint Martins de Londres en 2006.”