En 1894, Ernesto de la Cárcova pintó Sin pan y sin trabajo, la primera pintura argentina que retrató a la clase obrera a modo de crítica social. Es una obra donde una mujer intenta amamantar a su recién nacido junto a su esposo, los tres personajes llevan días sin comer. El marido mira por la ventana, como esperando que abra una fábrica para poder salir y conseguir trabajo. Si imaginamos al arte como un virus que traspasa generaciones e impacta en el presente como una premonición o una advertencia, podría decirse que algo del espíritu en la pintura de Cárcova llegó al ADN de El Marian, un muralista argentino que retrata la pobreza, la clase trabajadora y las pasiones populares.
Mariano Antedomenico nació en 1983 en Buenos Aires y se crió en el barrio de Villa Pueyrredón. A lo largo de su carrera se ha dedicado a poner en evidencia cuestiones que incomodan a muchos como la pobreza en las calles, las manifestaciones sociales y el imaginario popular. Sus obras se pueden apreciar a lo largo de todo el país, en paredes de edificios o canchas de fútbol.
En un momento de su vida, Marian se cansó de hacer dibujos en formato chico y se dedicó de lleno al muralismo. Las paredes de la calle serían grandes documentos de batalla, una suerte de archivo de la desigualdad. Con una pincelada intensa y colores apagados, el artista comenzó a crear escenas que atraviesan la cruda realidad latinoamericana y el sueño de la insurrección: manifestantes luchando contra la policía, un patrullero prendido fuego y el humo de las bombas.
Para Marian, el Street Art tiene que ser algo más que una imagen bella y agradable a la vista. Sus murales funcionan como una declaración de principios: hay que mostrar lo que nadie quiere ver. “Cuando pinto mi obra trato de dejar algún mensaje, ya sea de bronca o de que las cosas se consiguen peleándola”, dice el artista en conversación con Indie Hoy. Para él, el arte puede ser un terreno de batalla, un lugar para discutir, en clave visual, aquellas cuestiones que afectan a los más débiles.
“Pinto cosas que de alguna manera u otra viví. Desde chico vi cómo mis viejos peleaban para conseguir el plato de comida, mientras los de arriba hacían lo de siempre. Vi perder lo poco que tenía y que con tanto esfuerzo se había ganado”, afirma El Marian. La represión policial, las personas viviendo en las calles, las consecuencias de la crisis del 2001, todos estos escenarios son una fuente de inspiración que se van renovando, según la realidad de Argentina. Son una parte fundamental de la biografía del artista que le permite construir una imagen comprometida con su tiempo.
El fútbol es otro interés importante en la vida de El Marian. Su fanatismo por Diego Armando Maradona y Lionel Messi se ve reflejado en sus murales. Para el artista es difícil despegar su obra de sus gustos personales. Tanto el fútbol como la música aparecen como dos líneas de trabajo que tienen origen en su intimidad: jugar al fútbol con sus amigos, ir a recitales y coleccionar vinilos. Entre sus bandas preferidas se encuentran Limp Wrist, Los Crudos y The Rolling Stones, entre otras. Cuando pinta escucha hardcore y punk, “para hacer las cosas más rápido”, afirma.
En sus obras también aparece el fuego como un elemento recurrente. Más que un recurso, se podría decir que es un personaje más. Está quemando unos neumáticos, una pila de sillas en el medio de la calle, quema incluso a un policía. Pareciera que habría que quemar todo para volver a empezar. Como si fuera un cronista de guerra, El Marian representa el momento exacto en el que una batalla comienza. Sus obras podrían gritar, con esa fuerza que solo conocen los trabajadores, que la lucha por la justicia no tiene términos medios: es fuego o nada.