El Salón Nacional de Artes Visuales (SNAV) es un concurso nacional que busca visibilizar y promover las prácticas artísticas en Argentina. Es una de las políticas públicas más duraderas, rige desde 1911 hasta la actualidad. El concurso tiene como objetivo la selección y la premiación de obras de arte de diversas disciplinas como la pintura, escultura, dibujo, entre otras. Las obras que ganan el Premio Adquisición forman parte del patrimonio cultural del Palais de Glace, institución dependiente del gobierno nacional y que se ha encargado de la convocatoria a lo largo de décadas. El certamen finaliza con una gran exhibición donde se puede ver las obras de todos los participantes.
En sus orígenes el salón tenía una misión muy clara: promover la formación de artistas y generar un modelo de educación artística en el público, es decir: modelar el gusto. Hoy, bajo los nuevos paradigmas del arte contemporáneo, pareciera que el SNAV tiene nuevos desafíos con los cuales enfrentarse.
En esta oportunidad conversamos con Feda Baeza, directora del Palais de Glace y encargada de la gestión del 109 Salón Nacional de Artes Visuales. Discutimos acerca de la nueva exhibición del SNAV y sus desafíos para mantenerse relevante en la escena contemporánea y la inclusión de otras subjetividades al concurso.
El salón Nacional es una política que tiene casi 111 años de antigüedad. ¿Por qué crees que la gente se inscribe al concurso? ¿Qué les seduce?
Bueno, es bastante variable. Por un lado, todavía está la búsqueda de un reconocimiento, de un galardón; y, por otro lado, para muches suelen ser sus primeras experiencias en formar parte de un concurso de ese tipo. El Salón tiene su visibilidad y su extensión en otras provincias. Hay puntos concretos en Santa Fe, Córdoba, Tucumán y Mendoza. Entonces también es un punto de visibilidad central que les artistas de escenas regionales también buscan. En este caso, en esta inscripción, también pasaron distintas cosas. Me parece que, por ejemplo, esta cuestión del debate sobre las identidades no es un dato menor. Es decir, de ser una de las instituciones más conservadoras del sistema del arte, a tratar de empujar así algunos cambios estructurales, también hizo que la gente se anote como para formar parte y para apoyar al certamen.
Desde el Palais de Glace decidieron armar una convocatoria para el Salón de carácter inclusivo. ¿Cómo se diseñó y gestó esta convocatoria?
Cuando lanzamos la inscripción en el 2020, la idea era ver a quiénes alcanzaba la política del Salón, quiénes estaban incluides y quiénes no. Un primer modo para hacer legible esto fue diseñar un encuesta con distintos insumos, como podía ser información de género, condiciones socio-económicas, entre otros datos para conocer a las diversas comunidades que quisieran participar de la convocatoria. Esta información nos permitió encontrar ejes que nos interesaba subrayar: identidad, federalismo y feminismos. Cuando llegué al Palais, el primer objetivo fue pensar la herencia que dejaron las políticas de la generación del 80 y su misión de constituir un arte nacional. Me interesaba problematizar cuál es el sustrato comunitario y qué es lo que tienen en común esas comunidades representadas a través de las obras del Salón. Cuestionar el lugar representacional del certamen era importante. Ese fue un primer pensamiento que fue dirigiendo y organizando todo.
¿Cuáles fueron los primeros resultados de la encuesta? ¿Se inscribieron más personas?
Uno de los desafíos que tiene el Salón es que la mayoría de la gente que se inscribe tiene más de 45 años. Con esta inscripción logramos bajar el promedio de edad un 30 por ciento. En 2015 el récord histórico de inscriptes era de 2 mil 700 y ahora se inscribieron 2 mil 950 personas. En ese sentido la discusión sobre los sistemas de género fue uno de los links generacionales que permitió ampliar ese lugar. A partir de esa encuesta, por ejemplo, se anotaron 200 personas que no se reconocían como hombres ni mujeres; se anotaron por primera vez, siete personas que se identificaban como travestis. Si sumás, el total de las disidencias eran alrededor de 450 personas.
Pareciera que hay una necesidad de reinventar al Salón Nacional y ponerlo en discusión con problemáticas de actualidad.
Totalmente. En primer lugar era central pasar de un paradigma más meritocrático y consagratorio, a un Salón que pueda aportar, dentro de sus condiciones de posibilidad, nuevos imaginarios para pensar al arte y a sus artistas. Yo vengo más del universo del arte contemporáneo, aun así, es importante que el Salón preserve esa diversidad y conecte con escenas regionales, que a veces tiene relaciones más complejas a lo que se piensa como arte contemporáneo. Entonces el Salón no es el espacio conservador de las Bellas Artes, de esa formación de las escuelas medias y terciarias donde todavía se prioriza la técnica y los modos de hacer, pero tampoco un espacio exclusivo para el arte contemporáneo. En la Ciudad de Buenos Aires ya existen muchos otros certámenes para estas categorías. El Salón ocupa un lugar intermedio que intenta unir, por ejemplo, la producción textil con los cambios culturales de las producciones de artistas jóvenes.
¿Qué les interesaba señalar con la selección de artistas y obras para el 109 Salón Nacional?
Nos interesó visibilizar no solo las obras, sino también mostrar sus contextos de producción porque sino se continúa premiando a aquellos artistas que tuvieron las posibilidades de acceder a una educación formal o de acceder a los circuitos de producción artística con una obra que cumple los cánones de determinada estética, sin poner el foco en los lugares donde se desarrolló.
A veces las escenas artísticas son diferentes, no tienen los mismos patrones de funcionamiento ni refieren a las mismas tradiciones, se inscriben dentro de la historia del arte de modos más oblicuos. Me parece que hay que abandonar el parámetro de “calidad”, supuestamente universal, que en realidad no deja de ser un patrón bastante normalizador que legitima unos bagajes culturales por sobre otros. El objetivo de la selección fue intentar hacer legibles los contextos de las obras que se analizan, entendiendo que no se premiará solo a las obras, sino que van a estimular escenarios de trabajo. Por eso también hay cosas que pensar con respecto a las disciplinas. Es decir, el organigrama disciplinario aún sigue premiando la realización de objetos coleccionables, y no de prácticas. Por ejemplo, ¿por qué el colectivo antiracista Identidad Marrón tiene que presentarse al concurso y producir un objeto para ser premiado? Si en realidad ya es un proyecto artístico en sí mismo. Hay que seguir cuestionando cómo el Salón puede empezar a abrir su perspectiva y empezar a premiar iniciativas que a veces no tienen consecuencias de producción materiales, sino que estimulan procesos de trabajo y de pensamiento sobre la escena.
Y una vez seleccionadas las personas que integrarían el Salón este año, ¿cómo organizaron las exhibiciones desde lo conceptual y lo espacial?
No aspiramos a que sea una clásica muestra de galería pulcra. Se asemeja a una feria, intentando mostrar una coyuntura de la producción. La muestra se divide en dos espacios, en el Centro Cultural Kirchner los ejes que conectan las obras son: las consecuencias culturales de la pandemia, del aislamiento, el lugar de la casa y el teletrabajo. Todas las visiones catastróficas que hemos estado viviendo en estos meses y también los reclamos sobre la identidad, las disidencias, esto tuvo una visión bastante fuerte y protagónica. En la Casa Nacional del Bicentenario se organizó más por los modos de hacer, intentando reintegrar y darle legibilidad a secuencias donde aparecía más la producción textil o cerámica, el grabado, el dibujo y las reconfiguraciones contemporáneas de estas disciplinas.
El 109 Salón Nacional de Artes Visuales puede verse en dos espacios: Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985, CABA) hasta el 31 de octubre de 2021, de jueves a domingo de 15 a 19 h, sin reserva previa (por orden de llegada hasta completar el aforo) y en el Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151, CABA) hasta el 15 de octubre de 2021, de miércoles a domingo de 14 a 20 h, visita con reserva previa en la web del CCK.