Iara Kaumann Madelaire es una artista visual argentina de 26 años, pintora y escultora. Sus obras recrean el universo de la feminidad, el misticismo, la naturaleza y la sexualidad. Con la premisa de la diversidad étnica, relata cuerpos y pieles en la intimidad del contacto humano.
“Nací en Posadas, Misiones. Mi mamá viajó con la panza especialmente para que nazca misionera como ella y a los días volvimos para Buenos Aires”, cuenta Iara, que fue a ocho colegios distintos “de todas las clases sociales” en Argentina y Estados Unidos. “Empecé en el Northlands y a los 18 fui a vivir unos meses a Misiones con mi abuela. Terminé en un público nocturno para adultos.”
¿Cómo te formaste?
Cuando terminé me inscribí en el ex IUNA y después en Fotografía de Moda, pero duré poco. Tenía muy claro hacia dónde quería llevar mi obra y me pareció que solo me retrasaría en mi camino, así que opté por ir a talleres de pintura y escultura.
¿Cuándo se despertó tu interés en el arte?
No puedo decir con precisión cuándo me convertí en una artista. Me criaron inculcándome el arte desde que existo. A veces no quería ir al colegio y mi mamá me dejaba quedarme para pintar. Ella tiene una gran colección de Taschen y me encantaba leer sus libros. Algunos eran eróticos y los veía a escondidas. Cuando vivíamos en Miami mis papás me formaron para que sea performer, pero salí artista visual. Tedes les niñes dibujan, yo simplemente nunca dejé de hacerlo.
¿Cómo fueron tus primeras exposiciones?
Cuando recién arranqué no dudé en mostrar mi obra. Una de mis primeras muestras colectivas fue en la Galería El Mirador en 2011, y la primera individual fue en la Galería Regia en 2016. También expuse en Haimney, una galería de arte contemporáneo en Barcelona, me contactaron a través de Instagram y me animé a ir. Fue una experiencia muy interesante, un público nuevo.
Hay diversidad en los cuerpos y las etnias de tus esculturas. También hiciste unas con vitiligo. ¿Hay algo de las pieles que llame tu atención?
Muchas de mis obras son oscuras pero intento transmitir una atmósfera más bien de misterio que de sufrimiento, a diferencia de las primeras. Cuando era adolescente pintaba cuerpos extremadamente delgados, enfermos y frágiles. Era exigente y cruel conmigo misma y con mi cuerpo. Ahora me quiero y represento mujeres pulposas, fuertes y felices, que disfrutan de sus cuerpos y viven su sexualidad plenamente. Me interesa representar la diversidad y mostrar que la belleza es subjetiva. Siempre me fascinó la infinita posibilidad de la piel con sus colores, texturas, aromas. La aceptación y el disfrute de la propia piel, la piel de la mujer como hogar llena de marcas de diferentes experiencias. Me interesa transmitir el deseo de tocar y ser tocado.
Las miradas de tus esculturas también son particulares. ¿Tenés un interés por enfocarte en retratar miradas y sensaciones que se reflejan a través de los ojos?
Siento una atracción hacia las miradas intensas. A las esculturas, cuando les aplico la humedad de los ojos, parecen cobrar vida. Es mi parte favorita del proceso.
¿Cómo lográs encontrar y mantener la inspiración?
Creo que ser artista es un trabajo de tiempo completo. Trato de trabajar todos los días, no solo cuando tengo ganas. Aprendí a ser paciente e insistente. Si no estoy esculpiendo o dibujando estoy pensando, sacando fotos, dibujando a la gente en el transporte público. El trabajo del artista a veces se torna solitario, son muchas horas, días, incluso semanas de estar solo con uno mismo. A veces puede ser difícil.
¿Tenés nuevos proyectos en mente?
Estoy preparando mi muestra individual que va a ser en el 2020 en Ungallery. Van a haber varias obras de gran formato, tanto esculturas como cuadros. ¡Más que eso no puedo contar!
¿Qué le dirías a la Iara en sus comienzos en el arte?
Que estudie más y joda menos, que se rodee de gente saludable. Que con esfuerzo todo se puede y que el tiempo es oro. ¡A no perderlo!