En 1998, Madonna estrena el videoclip de su nuevo single “Ray of Light”. El video está conformado por varias escenas de la vida diaria de las personas a lo largo de diferentes partes del mundo. La técnica de la cámara rápida genera un ritmo frenético y las imágenes van tan rápido que es difícil distinguirlas. Se puede observar el tráfico de una ciudad, personas en el baño de un boliche, entrando en el subte, los movimientos de la aguja de un reloj y muchas cosas más. Con un cielo inmaculado de fondo, Madonna baila como una diosa hindú, mezcla de ser omnipotente y de humana que le robó el look a Carrie Bradshaw de Sex and the City. La reina del pop observa todo lo mundano mientras lo consume y absorbe sus nutrientes.
Lo opuesto a este escenario sería la propuesta de la artista coreana Kimsooja (1957, Daegu, Corea del Sur). Ella quiere encontrar nuevas maneras para percibir el mundo sin entablar un juicio de valor. Le interesa trabajar con la lentitud en la imagen y la idea de observar para luego crear. Sus trabajos abarcan diferentes formatos como el videoarte, la instalación, la fotografía y las esculturas. En su última muestra titulada Nómada, ubicada en el Museo Nacional de Bellas Artes, da cuenta de un sistema de pensamiento para analizar la condición humana y su relación con los objetos. Esta muestra sucede en el marco de la Bienal Sur.
En la muestra se pueden observar fotografías de bottaris, paquetes hechos con telas tradicionales que sirven para transportar objetos. Son utilizados por las comunidades nómadas de Corea y sus colores remiten a las actividades domésticas de las mujeres. Aparecen en contraste con la naturaleza, su paleta de colores escandalosos pelea con el paisaje de un bosque, cargado de silencio y tranquilidad. Cada paquete tiene una textura diferente que incluye figuras geométricas, líneas, flores y arabescos. Podrían ser pinturas abstractas con volumen o primos lejanos de los colchones de Marta Minujín. Son evidencias de un viaje largo, de un objeto perdido en medio de la ruta.
En algunas fotografías aparece la figura de una mujer fantasmal, firme como una columna negra. Está sentada sobre un carro que lleva los bottaris y solo vemos su espalda y su cabello negro. Es Kimsooja y no se sabe que observa pero se la ve concentrada, parecida a una sacerdotisa que le reza a la naturaleza o tal vez al arte. La escena es siempre la misma pero cambia de lugar, ciudades, callejones, campos o bosques. Es una caravana infinita donde se duda si la artista es la conductora o la pasajera de un viaje indescifrable.
Las fotografías generan una sensación de nostalgia: la artista que espera en soledad, sentada sobre siglos de tradición textil. Por alguna razón no muestra la cara, no mira a su público sino al mundo que la rodea. Estar de espaldas se convierte en un símbolo de negación, no habría que concentrarse en ella pero su presencia es demasiado fuerte.
Otra obra en la sala es un carro cargado de bottaris. Está compuesto por bultos de tela y representan un mundo propio, una huella de intimidad asociada a las mujeres, a su relación con las tareas domésticas y el rígido status quo a mantener en Corea y en el mundo. Es una obra escultórica con una potencia similar al carro de cartoneros creado por Liliana Maresca en los años 90. Ambas obras intentan ser testigos de los viajes por necesidad, el cartonero que busca lo indispensable en la basura, una familia coreana que se muda de pueblo para intentar tener un futuro mejor. Los carros son sinónimo de movimiento y de cambio, son vehículos que no solo transportan objetos, también cargan con la esperanza y la frustración humana.
Una de las obras protagónicas de la sala es una versión del video “A Needle Woman” (“Mujer aguja”). Se puede ver a la artista de espaldas a la cámara, de pie e inmóvil, en diferentes ciudades como Shanghái, Delhi, Nueva York, Ciudad de México, entre otras. Las personas pasan frente a ella y la miran, otros la ignoran: hay caras de desconcierto y burla pero a ella no le importa, se mantiene firme como si fuera una roca que se choca contra las olas del mar. La obra se llama “Mujer Aguja” porque su presencia intenta ser una aguja que teje conexiones poéticas y visuales entre diferentes territorios, cada uno con sus propios conflictos y necesidades.
Kimsooja entiende a estas regiones como lugares donde abundan la desesperación y violencia. Aquí la aguja servirá como metáfora de un instrumento de terapia curativa, como la acupuntura, donde se intenta pinchar en los puntos exactos para direccionar y liberar energía en el cuerpo.
La exhibición Nómada es una muestra de arte conceptual; grandes pantallas de video, fotografías, luces e instalaciones. Obras que están acompañadas de discursos complejos, donde muchas veces la idea es más importante que la materialidad. Las imágenes son prolijas, atentas en sus detalles y sus significados requieren hacer más de una búsqueda en Google. Kimsooja conoce su misión en el mundo: exponer la fragilidad de sus redes de sentido para así poder crear otras. Ella teje un relato propio del mundo que busca compartir mediante el arte. Sus creaciones invocan a la serenidad pero también a la distancia, como un vecino generoso, pero que no deja que nadie entre en su casa. Son obras que no se entienden del todo y si tenemos la explicación, por suerte, no es suficiente para apreciarlas.
Los espectadores pueden quedar un poco confundidos cuando salgan del Museo Nacional de Bellas Artes y eso está muy bien. Sería esperanzador que la muestra les deje preguntas acerca del territorio en el que habitan, acerca de las tareas obligadas que les corresponden por su género o solo se pregunten cómo hacer su propio bottari.
Nómada de Kimsooja, con curaduría de Diana Wechsler, puede verse en el Museo Nacional de Bellas Artes (Av. del Libertador 1473, CABA). Jueves a domingo, de 11 a 18 h, hasta el 21 de noviembre y con turno previo.