En el final del anime Robotech, el poder de la música pone fin a una guerra. La estrella pop Lynn Minmay interpreta una canción de amor y los alienígenas enemigos caen ante sus encantos mientras son derrotados por naves y robots de los humanos. La canción ofrece una tregua entre las especies y se convierte en un símbolo de paz.
En la vida “real”, la música puede influenciar estados de ánimo, movilizar a las masas y despertar las más diversas sensaciones. La cantante y compositora argentina Marina Fages conoce este poder e intenta trasladarlo a sus pinturas, murales e ilustraciones. Sus paisajes son la entrada a un mundo de sueños intensos, donde no se sabe si estás dormido o despierto.
Fages asistió a varios talleres de dibujo durante su adolescencia, pasó por la Escuela Argentina de Historieta y luego cursó la carrera de Imagen y sonido en la Universidad de Buenos Aires. Durante mucho tiempo dibujó storyboards para publicidades: la demanda frenética del trabajo la entrenó en el arte de dibujar rápido. También aprendió mucho cursando dibujo técnico en el CBC.
La artista pasó su infancia entre el pueblo Uspallata en Mendoza, la ciudad de Río Grande en Tierra del Fuego y en Buenos Aires. El frío, los árboles, la montaña y los colores del alba fueron elementos que se imprimieron en su memoria y ahora se reproducen en sus obras.
Sus pinturas son protagonizadas por bosques teñidos de nostalgia y colores intensos, escenas íntimas que parecen salidas de una película de Harry Potter o de un capítulo de la serie de Nickelodeon Escalofríos. Para Fages, el paisaje abre las puertas de un mundo fantástico y tierno, como los recuerdos y las historias que uno se inventa en la infancia. Muchas de sus pinturas están protagonizadas por amigos, como la directora de teatro Maruja Bustamante o el músico Santiago Motorizado.
La artista también realizó murales para espacios culturales como el Centro Cultural Matienzo, el bar Chin y el Club Atlético Atlanta, entre otros. A veces la invitan a desarrollar una idea propia, otras es un encargo bien específico, pero en este lenguaje encuentra una manera de expresarse que involucra al cuerpo. “Siento que el mural es una técnica muy física -cuenta Fages en conversación con Indie Hoy-. Entrené Kung Fu durante muchos años y les encuentro puntos en común. El trabajo de controlar la fuerza y sistematizar los movimientos del arte marcial me sirvieron para desarrollar precisión y velocidad a la hora de encarar una pared”.
A Fages no la representa ninguna galería de arte, prefiere autogestionarse de manera independiente y sus pinturas e ilustraciones están a la venta en su página web. No necesita mucho más que publicitarlas en sus redes o armar alguna exposición entre amigos. Ante todo pinta porque quiere y puede.
A mediados de diciembre, la artista estrenó el videoclip para una nueva versión de su tema “Acantilados”. Se realizó con ilustraciones diseñadas por la artista: luego de dibujarlas, pintarlas y escanearlas, se encargó de animarlas con el programa After Effects. La protagonista es una chica desolada, parecida a Lain del anime Serial Experiment Lain, que se toma el tren en busca de lo inesperado, se encuentra con una gran nube rosa y un pájaro muerto aparece a sus pies.
Las escenas recuerdan a la atmósfera triste de los videoclips “Despacio” y “Días de amor” del EP Pocketbox (2001) de María Gabriela Epumer. “La canción habla de encontrar a alguien que conociste en otra vida y la idea es que acompañe al personaje durante sus escenas. En el video aparecen elementos que están conectados con otras obras mías, como la brújula que también aparece en el video de ‘Canción de flora‘ y en mis pinturas”, dice Fages.
Marina Fages no para de crear y, entre la música y las artes visuales, se para frente al mundo como una chica mágica japonesa. Con sus poderes y colores viene a salvarnos del aburrimiento y la rutina. En un futuro irreal pero necesario, sus obras serán las armas para detener una guerra o para destruir el mundo como lo conocemos.