Tomi Pomo gestiona fiestas, hace música, pinta latas de gaseosa y diseña cajas de pizza. En bares y estudios de tatuaje, armó un camino a su propia medida. Un día puede ser un ilustrador, otro día un anfitrión que obsequia stickers a sus invitados o un artista que está en sintonía con su tiempo.
El arte siempre estuvo presente en su vida. Nació el 19 de septiembre de 1994, hijo de un músico y una artista plástica, por lo que en su casa se hablaba todo el tiempo sobre pintura, teatro y discos. De chico soñaba con tener una banda y componer temas, pero con el tiempo comprendió que la música era un terreno a explorar desde un lugar lúdico, ya no como un proyecto. Sin embargo, hasta el día de hoy continúa componiendo y durante la pandemia publicó Re celu, un disco hecho enteramente con el celular y lleno de ironía, entre las que se destaca un sensual cover de “Oops!… I Did It Again” de Britney Spears.
Además de la música, otro interés en la infancia de Pomo fueron los dibujos animados. Muchas horas fueron dedicadas a ver toda la programación de Cartoon Network, Nickelodeon y Fox Kids. Algo de ese humor infantil pero también un poco oscuro, aparece en sus obras, que más que leerse como imágenes separadas son un mundo diseñado en base a programas como La vaca y el pollito, El laboratorio de Dexter y Samurai Jack, entre otros. “Hasta el día de hoy sigo viendo dibujos animados -cuenta el artista en conversación con Indie Hoy-. Creo que la animación tiene la magia capaz de crear universos completamente inventados y con lógicas incuestionables”.
En su universo se repite una y otra vez el color rosa. Aparece en niños con la dentadura incompleta, en hadas motoqueras con exceso de músculos y en las pieles de personajes que parecen haber salido de una tira cómica de los años setenta. La paleta de colores y los personajes recuerdan al trabajo de Joan Cornella, el ilustrador español reconocido por el cinismo en sus imágenes. Pero en las obras de Pomo no hay cinismo, sino que hay fantasía: un bebé que abre las manos para desplegar un arcoíris, un hombre desnudo que quiere comer unas uvas. Miley Cyrus decía: “El rosa no es solo un color, es una actitud”. En sintonía con esa frase, cada imagen producida por Pomo propone un juego entre el chiste y la provocación.
“Mi proceso creativo no es una fórmula que funciona siempre del mismo modo, depende del proyecto. En todos los casos comienzo con un papel y un lápiz, armo un boceto muy crudo de lo que imagino, y lo voy puliendo y redibujando de a poco”, cuenta Pomo. Pueden ser marcadores, lápices de colores o tinta china, entre otros. El artista utiliza todo lo que tenga a mano a la hora de crear una imagen. El dibujo siempre fue un ejercicio de concentración, una técnica para calmar su ansiedad.
Se formó en Diseño Gráfico por la FADU y, mientras estudiaba, comenzó a trabajar de manera freelance en estudios de diseño y animación. Otro lugar de aprendizaje fue el taller Es Fantasma, a cargo de Ana Clara Soler. Junto a ella pulió el uso de materiales como la tinta china o las acuarelas. Soler recuerda a Pomo como un artista que podía trabajar con mucha versatilidad, desde la creación de un bestiario de seres inventados hasta unos pósters pop con colores bien planos. “Aprendo mucho de su visión de la práctica artística. Él tiene una noción muy social de lo que hace, quiere llegar a la mayor cantidad de gente -cuenta Soler-. Sus obras pueden vivir en muchos lugares, seguramente inspirado en su trabajo como tatuador. Al acercarse al arte desde otro ángulo, tiene muchos menos prejuicios sobre lo que se puede y sobre cómo se pueden hacer las cosas”.
Uno de los proyectos que más le enorgullecen a Pomo es La Linda Nene, una fiesta que creó junto a sus amigos Malu Boruchowicz, Teo Podolsky, Miranda Johansen, Laucha Rico Gomez y Nati Malamute, en 2017. El proyecto arrancó como una experiencia íntima para conocidos, para luego transformarse en algo mucho más grande de lo que hubieran imaginado y llegar al Teatro Vorterix, Niceto Club y el Konex, entre otros escenarios. En cada fiesta, el artista diseñaba stickers que incluían uno de sus personajes, a modo de souvenir que repartía entre los asistentes.
Para el futuro, el artista se propone encarar obras en formatos más grandes y llevar sus personajes a la tridimensionalidad, en forma de objetos o esculturas. Pareciera que nunca es suficiente, y como si se tratara de una campaña del TEG, conquistar todos los territorios posibles es la única manera de ganar. ¿Qué significa ganar? Dar a conocer su trabajo más allá de museos o galerías de arte.
Su tendencia a pensar el arte como una fuente de conexión directa con su público y por fuera de los circuitos legitimados del arte recuerdan a Juan Grela. El pintor rosarino decía algo que podría asociarse con la actitud de Pomo: “Yo aprendí que en mi interior soy igual que el caracol, soy igual que el perro, soy igual que las plantas y soy igual que las estrellas. Quiere decir que dentro de uno está el universo. Cuando uno está universalizado se siente dentro de todas las cosas, y ya no hay nada de lo que pueda decir: ‘Esto es malo y esto es bueno’, que es lo que nos enseñan como educación. En todo caso, puedo decir: ‘Esto es diferente’”.
Así es Tomi Pomo, un artista que no distingue jerarquías. Solo puede trabajar y avanzar, mirar todo lo construido y ver qué más puede agregar. Su caudal de trabajo es tan grande que se podría intuir que, en un futuro cercano, no habrá manera de escapar de sus imágenes: estarán en la piel de las personas, en las calles, en el living de las casas, en los libros, en la ropa. Su arte será el virus que desate una nueva pandemia.