Muchas películas no nacen de la mente de algún cineasta o escritor, sino de la experiencia de otra persona que atravesó, en carne y hueso, lo que se puede ver en la pantalla. Ese es el caso de las tres recomendaciones que queremos dejarte, las cuales están basadas en historias reales.
El fotógrafo de Mauthausen
2018 – Dir: Mar Targarona
En 1943, la Segunda Guerra Mundial se encuentra en los momentos más críticos y las vidas de las personas habitantes de diversos países de Europa están en constante peligro y cambios. Francesc Boix (Mario Casas) es un fotógrafo que, combatiendo con el ejército republicano de España, es internado en un campo de concentración, situado en torno a una pequeña empresa de Mauthausen, en Austria.
Boix trata de sobrevivir tomando fotos, recolectando historias de otros reclusos y armando una especie de archivo sobre la vida de los reclusos que murieron tras un intento de escape que terminó en tragedia. Con los años, el material que recopiló sirvió para mostrar evidencia de los horrores de los nazis en los campos de concentración.
Barry
2014 – Dir: Vikram Gandhi
Barry es una biopic que centra su historia en torno a los años de instituto de Barack Obama en la ciudad de Nueva York, una época difícil para el que sería más tarde el presidente de los EE.UU, no solo porque tuvo que hacer frente a los problemas habituales del día a día sino también por el sentimiento de rechazo que experimentó por ser negro o la sensación de no encajar en ningún sitio.
Siete año en el Tíbet
1997 – Dir: Jean-Jacques Annaud
Basada en un hecho real, narra la aventura de Heinrich Harrer (Brad Pitt), un alpinista austríaco que en otoño de 1939 inició una expedición para escalar el monte Everest. Su intento se truncó por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, y fue confinado a un campo de concentración inglés en la India junto con su compañero Peter Aufshnaiter (David Thewlis).
Los dos alpinistas consiguieron escapar y en su huida encontraron refugio en la sagrada tierra del Tíbet, un lugar prohibido para los extranjeros. Allí Harrer entabló una profunda amistad con el Dalai Lama (Jamyang Jamtsho Wangchuk), un niño por entonces, y se enamoró de las costumbres, de la cultura y de la forma de vivir de todos esos monjes que allí habitan.