La cultura y la sociedad se encargan en múltiples ocasiones de resignificar los conceptos: aquello que en algún momento fue desdeñado, luego será cool y viceversa. Esto es un poco lo que vemos de Ghost World a 20 años de su estreno. La película dirigida por Terry Zwigoff y basada en la novela gráfica de Daniel Clowes nos muestra a dos chicas nerds, inadaptadas, lúmpenes y lejos de encajar: tal vez hoy serían heroínas. Este film de 2001 se convirtió en un icono del cine indie, en un must de la moda de aquella década y en una joyita de las historias alternativas.
Thora Birch, Scarlett Johansson y Steve Buscemi son los protagonistas de esta historia que sigue la cotidianidad de dos chicas adolescentes que acaban de terminar la escuela secundaria y deben decidir qué hacer con sus vidas. El plan inicial es conseguir un trabajo cada una e irse a vivir juntas, bien lejos de todo y todos lo que detestan: básicamente, el mundo.
Birch (quien en 1999 ya había llamado la atención en Belleza americana) interpreta a Enid, una chica acomplejada y que va en contra de toda moda, muy al estilo Daria, fascinada con los objetos y la cultura de épocas pasadas (el punk por ejemplo) que reniega de un sistema que parece tener predeterminado para ella y para todos qué hacer y cómo ser. Mientras va esquivando su entrada en el mundo laboral y universitario, se irá alejando paulatinamente de su amiga, Rebecca (Johansson) y acercándose a Seymour (Buscemi), un coleccionista de discos y reliquias antiguas varios años mayor que ella.
Lo que se configura en esta historia es un universo de personas por fuera de los cánones de la normalidad, signadas por la diferencia y el rechazo a pertenecer. La entrada de Seymour a la historia se vuelve interesante en tanto funciona como un espejo y una proyección para Enid. Por un lado se presenta como ese adulto freak a quien ella admira y que es la prueba de que se puede vivir por fuera de lo “común”, en un momento en el que luego de haber terminado la escuela la protagonista se encuentra ante los aterradores avatares de la vida adulta.
Por otro lado, es también el hombre del que ella se enamorará, planteando una situación al estilo Lolita, ya que es el único que parece entenderla y es con quien puede salir de las imposiciones de la sociedad y el sistema. Rebecca, una Scarlett Johansson tan inexpresiva como genial, es también una renegada pero más dócil para un sistema que la necesita trabajando de 9 a 17 y comprando elementos de bazar para su nuevo hogar. Así, Ghost World nos muestra el enorme flagelo que significa crecer, la desprotección que implica para algunos entrar en un mundo que parece repelerlos.
Pero no es solo la historia lo que hace de este film un nuevo clásico indie sino también el vestuario que llegó a calar en las pasarelas de alta costura reivincando la “estética nerd”, tanto el trash de Enid como el anticuado estilo de Rebecca. Además, la banda sonora incluye desde Buzzcocks hasta el blues de antaño “Devil Got My Woman” de Skip James como una especie de leit motiv sonoro. Ghost World nos muestra a sus personajes como antihéroes, pero en una época de comedias adolescentes en las que las protagonistas era jóvenes hegemónicas buscando el amor del popular de la escuela, esta película planteó un panorama tan diferente como real, un coming of age de aquellos jóvenes que siempre aparecen para no ser mirados.