Dicen que no existe la mala publicidad, sino simplemente la publicidad. Tommy Wiseau buscaba ser famoso, que su rostro empapelara Hollywood, ser la estrella de una película… y así lo hizo, sin prestar mucha atención al que dirán o a la calidad del producto. The Room vio la luz en 2003 y fue la primera película de Wiseau como director, actor, productor y guionista, el verdadero ejemplo de autogestión.
The Room es un fenómeno que pocas veces se ve en el cine, lo que se dice una rara avis. No es que existan pocas películas malas en el mundo del séptimo arte, pero no todas logran volverse un icono de la cultura pop y llegar a merecerse el mote de culto. Este film representaba una suerte de capricho de Wiseau, un polaco millonario que soñaba con ser actor y decidió escribir su propia película, invertir seis millones de dólares, contratar a un equipo que la realice y figurar en los roles más importantes.
La premisa era algo intrincada y con tono telenovelesco: Johnny es un hombre enamorado de su novia, Lisa, y también tiene una profunda relación con su amigo Mark. Mientras, se ha puesto en el rol de padre de su vecino Denny, a quien busca ayudar y adoptar. Entre sus peripecias cotidianas y escenas absurdas, Johnny descubrirá que su novia ya no está enamorada de él.
Lo importante es sentarse y observar
La trama de The Room no tiene mucha importancia, pues la experiencia es observar lo desopilante, contemplar todo aquello que a priori estaría mal en el cine: malas actuaciones, escenas sin sentido narrativo, fallas de continuidad, errores técnicos y más. Al momento de su estreno la película fue entendida por el público como una comedia negra, aunque el autor la habría concebido como un drama. Así lo relató Greg Sestero, uno de los protagonistas, en su libro sobre el rodaje del film.
Aquí es cuando entra en acción James Franco y su film The Disaster Artist (2017), uno de los elementos clave para que The Room cobrara notoriedad en la era contemporánea y reforzara su status de culto. Franco dirigió y actuó -al igual que Wiseau- este film que cuenta la historia del misterioso y excéntrico cineasta millonario además de relatar cómo fue el rodaje de la que, para muchos, es una de las peores películas de la historia.
Justamente, la novela de Sestero fue la base para crear esta película que acercó la historia de The Room a un público masivo, reproduciendo algunas de sus escenas más icónicas. Además, desde el film de Franco se construyó a la película de Wiseau y a su autor como mito, generando un misterio aún más grande sobre el origen del proyecto y el hombre detrás de él.
Desmitificando el sistema de estrellas Hollywoodense
The Room es el claro ejemplo de que una obra se completa en su contacto con el público. Posiblemente sea cierto, como postuló Sestero en su obra literaria, y Wiseau haya querido hacer de su película algo serio. Sin embargo, fue el público el que decidió que se trataba de una comedia hilarante, posiblemente ante el impacto de la incomprensión por la desestandarización de las reglas del cine.
Por otro lado, el film de Wiseau es también la cristalización del sistema del exitismo, tal como lo plantea Hollywood: para llegar a la cima de las estrellas debes tener algo especial. Wiseau subvirtió y desmitificó esta idea y postuló que con dinero y tesón cualquiera puede brillar. Para Wiseau no fue importante de qué manera pasaba a la historia del cine, sino justamente formar parte de ella, poniendo en jaque la idea de trascendencia y de mito.
Un producto cultural
The Room es como una película escalofriante o como una “película porno”, es ese contenido que cuando alguien te lo cuenta no tiene sentido: hay que verla. La película, y sobre todo el mito sobre ella, plantea la necesidad de la experiencia, el morbo de sentarse a ver una de las peores películas de la historia.
Posiblemente The Room ya no pueda ser analizada por fuera del fenómeno pop, como obra en sí misma, pero lo cierto es que ya ha sido transformada en este producto cultural por todos los condimentos mencionados anteriormente, y ese es uno de los movimientos más interesantes de la cultura: la circulación de su obra y el descontrol que genera en su contacto con el público.