Que el cine nacional independiente se anime a hacer relatos de época y que, además, se aventure a reversionar teatro minando la trama con elementos del cine noir, son dos de los puntos fuertes de Algo con una mujer, dirigida por Luján Loioco y Mariano Turek y estrenada en Cine.Ar el pasado 18 de junio. Emplazada en 1955 y en torno al clima encabronado del segundo gobierno de Juan Domingo Perón, la película está centrada en Rosa -costurera, ama de casa, católica y peronista- y de cómo su sencilla rutina da un vuelco al presenciar un misterioso asesinato en un edificio contiguo. Con los mejores recursos narrativos y estéticos de La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954) – las vistas a través de las cortinas, las viñetas de binoculares, los claroscuros y las sombras duras sobre los decorados -, Algo con una mujer logra un clima hitchcockiano de inicio a fin, atravesando momentos del más digno cine negro y con una Dirección de arte y fotografía que potencian la tensión creciente que obedece a la trama. Los diálogos -adaptados de la obra teatral La rosa de Julio César Beltzer- le otorgan una sutil y funcional poética que nos transporta fluidamente a otro tiempo, acompañados de lunfardos y simbolismos propios de la época.
Rosa es encarnada por la actriz María Soldi -en un papel que recuerda a Los que vuelven (Laura Casabé, 2019) – y es una mujer entera y servicial que básicamente está todo el día sola y/o al servicio de su esposo militante. Comparte, claro, sus ideales: en las paredes de la casita siempre se asoma un retrato de Perón o de Eva, “a pesar del riesgo que significa tenerlos”. Realiza las tareas del hogar -en silencio o en compañía de la radio- o asiste al cine, a vivir realidades alternas. Dentro de una rutina simple, aparece un vecino misterioso. Dentro del vecino misterioso, un crimen. Dentro de la adrenalina de atestiguarlo, la posibilidad de ser infiel. Dentro de la infidelidad, la posibilidad de saberse libre en un vínculo y en un mundo extremadamente patriarcales. Obedeciendo a las “buenas costumbres” de la época, Rosa soporta maltratos, la falta de reconocimiento, el peso de depender de un otrx económicamente. Y, además, no logra embarazarse. En este panorama de vida sufrida pero ordinaria, luego de una fiesta de barrio Rosa atestigua cómo un vecino (interpretado por Abel Ayala) asesina a otro. Cuando el esposo le impide denunciar el crimen a la policía -por temor a que “le partan la casa”-, Rosa se sume en un profundo silencio que poco a poco la corrompe y la obliga a investigar por cuenta propia el acontecimiento. Ahora, Rosa se comportará como una detective.
Filmada en San Antonio de Areco -que aportó los exteriores apropiados para los 50- y basada en un hecho real ocurrido en Santa Fe, según cuenta Turek, Algo con una mujer logra cautivar al espectador y hace de eso una experiencia altamente sensorial, a través de encuadres perfectos, iluminaciones cargadas de dramatismo y locaciones invadidas de propaganda política. El ojo deambula por cada decorado, agradeciendo cada detalle, mientras la trama resuelve progresivamente el enigma. Lo curioso no está solo en sus logros técnicos, ni tampoco en el tinte teatral que se asoma en cada rinconcito, sino en la reveladora transformación de su protagonista. María Soldi logra confundir en varios momentos al espectador que cree saber todo acerca de su personaje, de sus creencias, de su carácter, de las decisiones que tomaría, de su juicio del bien y del mal. Rosa de alguna manera triunfa, y ese triunfo resulta en su liberación, anticipada pero no por eso menos reconfortante. “Son tiempos difíciles para ser creyente y peronista”, le dicen a Rosa. A eso sumémosle -siempre- su condición de mujer.