Hoy nos desviamos un poquito de época y nos remontamos al principio de siglo para traerles la crítica de la gran American Psycho, de Mary Harron, basada en la novela homónima de Bret Easton Ellis. La traemos a colación como una de las obras cinematográficas sobre asesinos más interesantes de la década del 2000. Las historias de asesinos han sido foco para el cine desde siempre y cuenta en su tradición con films tan ilustres y clásicos como Psycho (Alfred Hitchcock), The Shining (Stanley Kubrick), Natural Born Killers (Oliver Stone), entre muchísimas otras. Todos estos films han creado distintas personalidades asesinas y han dejado su marca en el género, lo cual deja un margen pequeño para la innovación. Lo cierto es que American Psycho, dentro de toda esta tradición podría pasar como una película más, como una historia de asesino más, pero no, consigue innovar. Muy inteligentemente su realizadora abreva de toda la tradición que la precede, haciendo guiños, homenajeando escenas, utilizando lugares comunes del género y dándole una vuelta de tuerca que tiene que ver con una cuestión epocal: Bateman, nuestro asesino, es un asesino posmoderno. Si bien comparte patrones con sus predecesores, es un empresario hastiado de la lógica materialista y capitalista (de la cual es parte), asqueado de los seres que lo rodean y que alimentan el funcionamiento del mundo moderno. El crimen exacerbado e hiper sangriento será su manifiesto, será su militancia y su oposición al régimen. Christian Bale es uno de los componentes más importantes y destacados del film. Nos ofrece un personaje más que potente y complejo, en que se resalta su psicología. Se podría decir que la base del tejido narrativo del film es justamente lo que sucede dentro de la psicología de Bateman, en relación con el mundo capitalista y moderno que tiene como telón de representación a Wall Street y a todos los empresarios hormiga que lo hacen funcionar. Para esto están todos caracterizados cual soldaditos, lo cual dificulta muchas veces la diferenciación entre cada uno de ellos: trajeados, lentes, tarjetas personales idénticas, peinados muy similares, etc. Bateman, comparte la lógica del más fuerte, incluso el guión dedica mucho tiempo a mostrarnos la excesiva, casi enfermiza y hedonista preocupación del personaje por su aspecto físico. Esto incluye en el film un ambiente que es elegante todo el tiempo (los espacios, las comidas, los trajes, las mujeres, etc.), todo es elegante pero todo es vacío, todo tipo de valores está corrompido. Y el exterminio es la única salida, la única forma de salir de la alienación. Como recurso narrativo y estético, el film echa mano a distintas canciones que acompañan los momentos más significativos de la historia, organizando un cóctel musical en el que participan: “Into deep” (Genesis), “True Faith” (New Order), “Hit to be square” (Huey Lewis and The News), “Walking on sunshine” (Katrina and The Waves), “Sussudio” (Phill Collins) y remixes de canciones de David Bowie y The Cure. Por momentos, este recurso nos recuerda la escena ya clásica de A Clockwork Orange, donde Alex tortura al compás de “Singing in the rain”. También hay momentos en que las expresiones faciales, los desequilibrios en el temperamento nos hacen acordar al temerario y legendario Jack de The Shining.