Este año, Amores perros (2000), cumple 20 años desde su estreno en la pantalla grande. La ópera prima de Alejandro González Iñárritu dejó su marca en la historia del cine por su forma narrativa, por sus poderosas imágenes del paisaje mexicano, y por la crudeza de su violencia. Esas mismas razones hicieron que Amores perros no envejezca frente al paso del tiempo: sigue representando hoy la misma intensidad y crudeza que pasaron frente a los ojos de su director dos décadas atrás.
Amores perros es la primera pieza de una obra más grande, un concepto que desarrolló Iñárritu y que tituló “la trilogía de la muerte”, completada con 21 gramos (2003) y Babel (2006). Lo que caracteriza a estos tres films es el modo en que sus historias se entrelazan, cómo tejen distintos hilos narrativos para componer una totalidad. Todas estas tienen como punto de partida un accidente que hace que desconocidos se unan por la desgracia. El concepto se fue profundizando película tras película: en Amores perros las historias se cruzan tras el destino desdichado que tiene como escenario la esquina de un barrio mexicano; en 21 gramos, la complacencia frente al dolor; y en Babel, al choque de distintas lenguas y culturas.
La barbarie humana se expone en Amores perros a través de diversas adversidades. La primera es la del maltrato animal; a pesar que su equipo de producción aseguró que ningún perro sufrió durante el rodaje y todos los pleitos caninos son trucos de montaje, no puede dejar de impresionar su poderoso realismo visual. La rabia reflejada en las peleas clandestinas se reflejan metafóricamente en el día a día de sus personajes. Cuando el asombro de la sangre y los colmillos se apacigua, la película muestra cuán bestiales pueden también ser los instintos de las personas. La violencia en la casa, en las relaciones amorosas, en las calles, en el trabajo, en lo legal y lo ilegal del alma y de la ciudad.
Amores perros fue también el debut del reconocido actor mexicano Gael García Bernal, quien entrega uno de las mejores interpretaciones de su trayectoria a pesar de ser el primero. Gael encarna a Octavio, un joven lleno de adrenalina y desesperación por cambiar su vida y escaparse con Susana, la pareja de su hermano. Octavio tiene un alto ímpetu que lo moviliza física y emocionalmente, y eso le da ritmo a su vida. Pasa de demostrar amor a violencia en cuestión de segundos, y la locura lo inquieta, eso es lo que le traerá luego serios problemas.
La película está dividida en fragmentos que llevan los nombres de la pareja protagonista. Cada una de las historias y personajes de Amores perros tienen su complejidad y otros tantos secretos que ocultan. La historia de la modelo demuestra todo el desconsuelo y el tormento de la tragedia. Ella en silla de ruedas mirando una publicidad inmensa en la que está frente a su ventana expresa el advenimiento de sus días. El vagabundo y sicario de barba dice más con su silencio que con sus palabras. Su manera resguardada de andar por las calles y observar a las personas, conserva un misterio elocuente que fortalece el clima de la película. Y lo mejor es que es el que peor trata a las personas, pero el que mejor trata a los perros, a diferencia del resto de los personajes. La película también cuenta con otros detalles en el guion como el sonido del teléfono que se corta a cada rato, y el perro atrapado debajo del piso del departamento, elementos de maestría de quien se convertiría en un director laureado.
Amores perros fue premiada en el Festival de Cannes y nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera, y a Iñárritu no le costó mucho atravesar la frontera para empezar a dirigir en Hollywood (esta será la única película mexicana de su filmografía y hablada completamente en español). Luego de la trilogía, Iñárritu siguió con películas como Biutiful (2010) y otras que llamaron a gritos a los ojos de la crítica como Birdman (2014) y The Revenant (2015). El director nunca dejó de experimentar con la narrativa, con sus distintos ritmos de montaje y giros del guion. Por ejemplo, Birdman y su emulación de un único plano secuencia fue todo un hito para aquellos ojos de la Academia que no habían visto El arca rusa (2002) de Aleksandr Sokúrov. En el Festival de Cannes del 2017, Iñárritu presentó un cortometraje llamado Carne y arena, una instalación de realidad virtual. El director mexicano fue ganando reconocimiento y financiación para sus producciones, y por suerte no abandonó su ambición ni su interés por experimentar con el lenguaje cinematográfico.