La película de apertura del FIRST Film Festival de China fue An Elephant Sitting Still (Un elefante sentado y quieto), un dramón de cuatro horas dirigido por Hu Bo, un cineasta chino que luchó con toda su fuerza para que este film sea de 4 horas y no de 2 como quería su productor: una batalla que culminó con su suicidio.
La película rápidamente se convirtió en un mito: el proyecto comenzó en el Financial Forum de FIRST Film Festival, y la crítica lo valuó con un 100% según Rotten Tomatoes. Hoy, vuelve a casa después de ganar importantes premios.
An Elephant Sitting Still es la obra maestra depre con la que el cine chino podría cerrar una etapa. Cuatro historias de personas desafortunadas que trascienden por la pureza de sus sentimientos, historias ordinarias que uno no quiere dejar de seguir y que de a poco se van entrelazando por coincidencias, por una leve empatía que parece ser la única oportunidad de luz en una sociedad egoísta, en una ciudad en la que el tiempo parece no pasar nunca y en la que los que te deberían proteger, no te protegen.
Lo que despierta An Elephant Sitting Still es la voz de una realidad poco auspiciosa, la voz de personas que no tienen mucha esperanza, que viven en un lugar aburrido en donde todo parece gris y lento. No es una película aburrida y no es que esas cuatro horas se hacen eternas. Hay recursos de continuidad que te la hacen fácil, que te generan intriga, planos secuencias con cámara en mano que te hacen querer seguir lo que estás siguiendo, es realmente una película que en el medio de toda esa nada te va a llevando a alguna parte y que genera expectativa. Es más: quizás esa expectativa de violencia, catapultada por los accidentes que van modificando la historia, es el punto “no a favor” de An Elephant Sitting Still, la desesperación que por momentos provoca la no reacción a la agresión, algo que te mantiene al borde de la resignación (cómo a los mismos personajes), pero es esa incomodidad misma, la que tensiona y presiona.
Mención especial a la brillante cinematografía de Fan Chao, no tanto como director de fotografía que aún así saca provecho de la luz natural chata que favorece al clima gris de esta indeseable ciudad, pero sí por sus largos planos que hacen que todo siga, el uso inteligente de encuadres que te permiten estar ahí con los personajes, el foco creativo que aísla a las personas entre sí, la no perspectiva, el como a veces todo parece a punto de perderse en la oscuridad pero no.
Al finalizar la película, vino el Q&A más tenso en el que estuvimos. Fue emocionante pero lógicamente triste. El equipo de la película, llorando frente a la pantalla sin poder hablar, y personas que pedían el micrófono para expresar cómo se sentían; desde gente que decía que está película mostraba exactamente como ellos veían el mundo, hasta algunos que quebraban en llanto y se preguntaban cómo podía ser posible que Hu Bo se haya suicidado. Finalmente, Fan Chao (cinematógrafo) trajo aire a la situación diciendo que el director no era una persona depresiva, era una persona llena de amor que puso todo su amor en esta película y que fue el amor el que hizo que todo siga yendo para adelante aún en los momentos más difíciles.
R.I.P. Hu Bo.