Ya desde el subtítulo de esta película, “Una historia de amor”, se nos anuncia que su naturaleza se reduce a ello; lo cual no tiene por qué ser desmerecedor como algunos piensan. Es que Blue Valentine (Derek Cianfrance, 2010) se propone contar una historia de amor entre dos mortales comunes y corrientes, sólo eso.
A veces necesitamos que un film nos muestre una historia extraordinaria, que nos saque de nuestra vida ordinaria y nos haga creer los clásicos “amores de película”. Blue Valentine es totalmente lo contrario: justamente nos interpela, nos pone incómodos, toca los puntos más sensibles de cualquier historia de amor. Blue Valentine retrata la historia de Dean (Ryan Gosling) y Cindy (Michelle Williams), una pareja que se encuentra en crisis y que lucha por sacar a flote su relación. Para relatar este momento deberemos conocer el pasado de ambos solteros y como pareja. Así ingresamos en el film, repleto de flashbacks donde a cada momento es posible identificarse o “ponerse del lado” de alguno de los personajes. Realmente es deleitante encontrarse con películas que nos ofrecen una historia simple, que se encuentra a la vuelta de tu casa (o dentro de tu casa) y que sin una multiplicidad de hechos pueden mantener una narración interesante durante su extensión. Y digo esto por la cantidad de films que se esmeran en crear historias “complejas”, con recovecos, grandes giros, finales inesperados, etc. que de vez en cuando resulta hasta innovador descubrir argumentos sencillos. Y justamente lo destacable de esto es que detrás de eso que parece una historia simple y sosa se esconde una gran complejidad. Blue Valentine consigue no sólo todo lo anterior sino que en su entereza logra mantener la línea de lo cotidiano. Los personajes, las actuaciones, las locaciones, los sucesos y diálogos se presentan a la medida de cualquier mortal, lo cual abre la posibilidad de una fuerte identificación por parte del espectador.
Si bien pueden verse algunas similitudes con película como Diario de una pasión, Blue Valentine no cae en cursilerías, y sus hechos son tan crueles como reales. Y es el condimento de la realidad lo que hizo que esta historia me atrajera: y es que los pretendidos y clásicos “amores de película” parecen haber caducado; dejando de lado los estereotipos de amor feliz y para siempre, este film penetra tanto en las zonas más rosadas de una historia de amor como en las más cruentas. Y al mismo tiempo plantea una crítica a la institución del matrimonio, o tal vez una mirada pesimista en detrimento de esta idea de lo perpetuo de la unión conyugal. El amor puede morir y las situaciones pueden volverse insostenibles. Y a pesar de todo esto, como decíamos al principio, sigue siendo una historia de amor, sólo que anclada en la realidad, haciendo hincapié en todos los aspectos de una relación amorosa; sin pintarnos ese cuadro tan añorado que el séptimo arte desde siempre se asignó el papel de mostrar: parejas felices, parejas ideales. Pero creo que es interesante que el espectador pueda sentirse incomodado por la historia, y en vez de terminar abrazado con su pareja mientras miran el film, sintiéndose una reproducción de los actores, pueda verse reflejado. Resulta indispensable destacar las grandes interpretaciones de los actores principales (sobre todo Gosling) que parecen haber hecho carne la historia, y que generan esa sensación de realmente haber vivido las experiencias narradas dentro de esta línea de lo verosímil y cotidiano.
Blue Valentine, es de esas películas que lo desencantan a uno, que en vez de permitirle imaginar y zambullirse en la pantalla cual amantes de Casablanca, nos invita a presenciar un quiebre, una fisura dentro de algo que alguna vez estuvo completo. Y creo que si bien una de las características más hermosas del cine es poder crear mundos paralelos que nos permitan escapar por un ratito, es también interesante que de vez en cuando esos mundos nos incomoden, nos hagan dudar, al fin y al cabo, pensar.