El cine (o cierto tipo de cine) se las ha ingeniado a través de los años para imitar la realidad, darnos una historia creíble, y hacer una imitación verosímil del paso del tiempo. Richard Linklater parece haber ido muy lejos en este intento de verosimilitud y realismo al crear su más reciente obra: Boyhood. Ciertamente, estamos ante una de las películas más novedosas del 2014, que ha llegado a burlar los trucos más rebuscados de Hollywood ateniéndose al natural paso del tiempo. En este film nos cuenta la historia de Mason y su familia, a quienes ha captado durante doce años. Así es, aquí no veremos un reparto de cinco o seis actores interpretando al mismo personaje a través de los años, sino al mismo actor creciendo en el lapso de doce años. Uno de los puntos centrales trabajados en el film es la temática de la familia. Mason es parte de una familia disfuncional, o mejor dicho “una familia burguesa del 2000”.
Cualquiera que haya crecido en los años 2000 sentirá una identificación inmediata con esta historia. Los padres de Mason están separados, su padre es infantil e irresponsable, su madre, moderna, trabajadora, profesional y liberal. Si bien la institución familiar aparece como uno de los puntos más importantes en la vida de Mason, al mismo tiempo se pone en crítica el modelo tradicional de familia y el rol paternal. Así mismo aparece la institución escolar: por momentos, parece que lo único que los mantiene vivos a Mason y a su hermana es la escuela, el resto de su vida parece apestar o no tener importancia, sino que ambos están signados por los mandatos sociales. Igualmente, la idea de retratar a estos niños a través de los años logra el efecto de una personalidad que se va armando progresivamente. El espectador, al ser testigo de sus tristezas, alegrías, aventuras, etc. sigue de cerca la conformación subjetiva de cada uno de los personajes y al observar el paso del tiempo tan palpable nos involucramos de lleno. Volviendo al esfuerzo del cine por ser verosímil, no solo es con los actores con quienes tiene que ingeniárselas sino con decorados, vestuario, musicalización y ambientación. Linklater, podría decirse, no tiene estos problemas. Su obra transcurre realista y contemporáneamente a los hechos. La musicalización es uno de los elementos más acertados, nostálgicos y contextualizadores: Britney Spears, Blink 182, Coldplay, The Hives, Vampire Weekend, Lady Gaga, Paul McCartney, Bob Dylan, entre otros, van marcando etapas cronológicas. Sin dudas, Boyhood es uno de los films de los que más se ha hablado en el año y que parece postularse para estar entre los mejores. Su novedad y vanguardia en la realización es intachable e incluso nos obliga a repensar la función del cine en relación a la realidad y a sus representaciones, se deja de lado el artificio, se lo suplanta por la realidad. A pesar de esto, a la historia parece faltarle algún condimento, por momentos se torna monótona y muchos acontecimientos son innecesarios. Tal vez porque una suerte de moralina recorre el film, en relación a los lazos familiares y los mandatos de la adultez.