El cine norteamericano se ha encargado de estereotipar hasta el hartazgo la cultura y el “ser” latinoamericanos, representándonos como bravos asesinos, narcotraficantes, indígenas, rancheros quedados en el tiempo, etc. Casa de mi padre (Matt Piedmont, 2012) viene a convertirse justamente en la parodia de estos estereotipos y representaciones, de la manera más ocurrente y extravagante posible. El argumento realmente no es gran cosa ni tampoco es de gran importancia: Armando Álvarez (Will Ferrell) es un ranchero mexicano que intenta defender el honor de su familia, deshonrada por su hermano Raúl (Diego Luna) que se encuentra involucrado en el narcotráfico y en sus círculos más pesados. Will Ferrell hablando un español trabucado y forzado, vestido de ranchero y enganchándose a la más hermosa del film, Diego Luna y Gabriel García Bernal, ambos representando al “ideal” de narco que lleva traje blanco, lentes opacos y fuma cigarrillos a montón, decorados y montajes más que rudimentarios, entre otros tantos condimentos hacen de Casa de mi padre una verdadera parodia. Gran error sería tomarla enserio; es un film donde todo es adrede, donde lo soez, lo ridículo y lo estereotipado son leitmotiv. En este sentido, es que, como espectadores debemos establecer un pacto con la película y reírnos de todo sin apelar a la verosimilitud y otras yerbas. Vamos a encontrarnos con escenas cortadas, empalmes hechos desastrosamente, diálogos insustanciales, actuaciones harto exageradas, resoluciones narrativas inverosímiles, musicales (sí, musicales), etc. incluso habrá una escena genial en que la “cinta” se para y el director incluye una explicación sobre por qué la escena está realizada así. Pero todo esto no debe ser analizado desde una óptica “seria” si es que queremos disfrutar de la película, de lo contrario la apagamos a los 5 minutos.
Estéticamente el film es acierto tras acierto: desde el poster anacrónico y glorioso hasta los vestuarios que superan lo artificial y la música, es todo paródico; de hecho al director no se le ha escapado un solo detalle. Si se observa con atención el film se encuentra realmente cuidado en cuanto a la utilización del lenguaje, la acertada elección de casting, la duración y el desarrollo dentro de este marco paródico y permanentemente ridículo. El comienzo (los títulos) ya nos anuncia una gran ensalada rusa de situaciones absurdas, ya que contamos con Christina Aguilera cantando en español una dramática canción (“Casa de mi padre”), una presentación que nos recuerda inevitablemente al referencial cineasta “clase b” mexicano, Robert Rodríguez. El cual también parece entrar en la bolsa de parodiados. En fin, sería vano medir a esta película por los parámetros de buena o mala. Creo que es interesante destacar el gran efecto paródico, que deriva en una carga de humor ineludible y ante el que es imposible no rendirse. Inútil es analizar el film desde parámetros formales, cuando en realidad lo que se busca es otra cosa, una crítica histriónica y genuina a ciertas representaciones culturales de las que el cine se ha hecho cargo y a muchas tradiciones cinematográficas que hoy se erigen como “de culto”. La pregunta sería: una película como Casa de mi padre ¿consigue sólo poner sobre el tapete los estereotipos y los sigue repitiendo al burlarse de ellos o los problematiza para cambiar el enfoque del cine? Por ahora sólo puedo decir que es buen paso y sobre todo, lleno de humor absurdo que divierte a montón.