La fascinación por acercarnos a la intimidad de nuestros ídolos parece ser una necesidad nunca satisfecha; más aún si al ídolo lo rodean las drogas, las historias tormentosas de amor, el mito de “ser distinto” y, sobre todo, el suicidio. Esta fascinación por el morbo consta, básicamente, en tratar de saber lo más posible acerca del icono que nos obsesiona, meternos como ratas entre sus secretos, recuerdos e historias para armar un rompecabezas y tratar de entender su obra y sus actos. Podría decirse que esta es la operación que lleva a cabo Cobain: Montage of Heck. Este es el primer documental autorizado sobre el líder de Nirvana, que tiene como una de sus productoras ejecutivas a Frances Bean Cobain, hija de Kurt y Courtney Love. Brett Morgen está a cargo de la dirección de esta historia de vida, que se presenta justamente como un montaje de fragmentos de la vida íntima de Cobain; un collage de fotos, filmaciones caseras, escritos de diarios íntimos y cuadernos, testimonios de una Courtney Love venida a menos, un nostálgico Krist Novoselic y los malos de esta película, la disfuncional familia de Kurt (varios nos quedamos esperando la presencia de Dave Grohl). Podríamos pensar la obra como el intento de responder un cúmulo de interrogantes que rodean al ídolo adolescente de los ’90. Así, la historia arranca desde el casamiento de los padres de Kurt hasta la muerte de él; y tiene una estructura de “causa-consecuencia”: a partir de la angustiosa infancia y adolescencia de Kurt y de su condición débil de salud, se intenta comprender su adicción a la heroína y por supuesto, su temprana muerte. Igualmente, se hace mucho hincapié en el tormento que significó para Cobain el ascenso desmesurado a la fama y la carga de ser la voz de una generación. A pesar de la extensión de la cinta (132 minutos), hay que decir que no se hace tediosa casi en ningún momento; es que el sensacionalismo raramente aburre… No solo eso, sino que Morgen se las ha ingeniado de verdad para echar mano a todos los recursos posibles para un documental y los ha mezclado, con un resultado estético bastante interesante: animaciones que recrean momentos de la vida de Cobain con su voz en off, video clips, filmaciones caseras y una exquisita selección del soundtrack. Esto me lleva a hablar de lo que creo es una contradicción en esta obra: Kurt se rehusaba a hablar en entrevistas, detestaba que le preguntaran acerca del significado de sus canciones, alegando que todo estaba allí, en las canciones. Y ese es un poco el mensaje del documental, contar a través de las canciones, pero al mismo tiempo se esfuerza por rastrear lo más inédito de la vida del ídolo grunge. Aunque tenga una original forma de narrar, la película termina siendo otro ataque a la intimidad, un plato delicioso para fans depredadores y de paso un espacio para que todos los actores de la vida de Kurt se libren de culpas, puedan limpiar sus pecados y reivindicar su imagen. El documental tiene un aspecto casi invasivo, una obscenidad amarillista que por momentos resulta abrumadora. No podemos negar que logra una empatía inmediata con la figura de Cobain, ya que no se centra en su aspecto musical, sino en su aspecto humano. Aquí no vamos a encontrar ningún tipo de alusión a la escena del grunge o cuestiones de creación musical. Esta es una cronología de la intimidad de un ídolo, un recorrido exhaustivo por espacios desconocidos para la prensa y el público.