Lo que hicimos fue secreto
Sección: Música – En el mismo año que el Reino Unido celebra los 40 años del punk, el director español David Álvarez García documenta con un caudal tempestuoso de información el movimiento punk que surgió en su país, precisamente en Madrid, cuando la dictadura franquista finalizó. El documental se basa casi en su totalidad en testimonios de personajes de la escena de aquellos días, pero no solo músicos: también tienen voz los gestores de sellos independientes, fanzines y propietarios de clubes nocturnos donde pasaban las noches esta juventud que se corría de la norma. En sus primeros minutos, el documental aborda casi por arriba la escena madrileña más pop, explicando la contra al hippismo y la psicodelia con los comienzos de, por ejemplo, Alaska. Luego, el foco es únicamente el punk, con un fuerte contenido político y un necesario registro de las ocupaciones que tenían lugar en la Madrid de esos años. “Forma una banda y ocupa lugares” dice uno de los graffitis en el costado más anarquista de Madrid.
Uno de los puntos más lúcidos entre todas las declaraciones tiene que ver con la idea de originalidad del movimiento. En una época donde no había internet y en la que acceder a información podía demorar semanas y meses, la “escena” se nutrió de ellos mismos. No teniendo a quién copiar, todo lo que hacían era genuino, era una necesidad y una urgencia. Madrid era protagonista de una ebullición cultural constante, apoyadas por el alcalde Enrique Tierno Galván, hasta que eso terminó con su muerte y vino el desencanto de la juventud. Bandas como Kaka de Luxe, Ramoncín, Pegamoides, Panadería Bollería Nuestra Señora del Karmen y varios nombres más aportan anécdotas de todo el movimiento repleto de drogas, manifestos, marginación y el inicio de una inocente piratería. Rodrigo Piedra
Dir: David Álvarez García
Para volver a ver: Miércoles 26, 18.15hs, San Martín 1
The Cremator
Sección: Carta Blanca – Denis Côté – Los sesenta fue un año de revolución en todos los ámbitos: en el mar del cine las pequeñas olas se convirtieron en tsunamis y hubo un predominio de nuevos cines en el mundo que ahogaron la industria de lo inmenso. En Francia la Nouvelle Vague; en Inglaterra el Free Cinema; Fassbinder, Herzog y Wenders empezaron a mostrarse para lo que mas tarde se iba a consolidar como el nuevo cine alemán, también el New American Cinema se hizo su lugar y nombre frente a Hollywood, el Cinema Novo en Brasil y acá la generación de los sesenta hacía lo suyo. Pero a mi parecer, ninguna experimentaba como los cineastas que estaban probando nuevas formas en la tierra de Kafka; la nueva ola checoslovaca provocaba tanto en fondo como en forma, sus guiones eran originales y sus cámaras dementes. Si bien en Estados Unidos se hacía un cine muy experimental, diferentes como Jonas Mekas o Stan Brakhage, o la Nouvelle Vague también así como el Cinema Novo, todos ponían sus aportes para nuevas formas narrativas, lo que caracterizaba a los checos era ese descontrol completamente controlado gracias al montaje, puntos de vista enrarecidos, el uso de la subjetiva más subjetiva que nunca, esa ambición de destruir el cine y en los escombros encontrar las más variadas formas. The Cremator es un ejemplo perfecto de todo lo que este nuevo cine quería ser parte, de la vanguardia narrativa experimental y seguir siendo ficcional. Cuenta la historia de un hombre pero a la vez cuenta la historia de una ideología, los temas ideológicos se vuelven religiosos y la religión se incinera. Su traducción: el incinerador de cadáveres. Un hombre más que extraño, perverso, es quien controla el tránsito de los muertos al supuesto más allá, todo esto de una forma particular de ser contado, una forma indescriptible ya que abarca la vertiginosidad de las cosas, la aceleración de los ritmos, los encuadres extraños y numerosas roturas de un cine clásico completamente tapado de cenizas.
En la nueva ola checoslovaca se probaron diferentes formas completamente opuestas a la convencional. Decir subjetiva parece algo ya cotidiano, pero en este cine la subjetiva se enrarece hasta rozar los paroxismos. En The Cremator lo fantasmagórico convive en el blanco y negro acompañado de una música casi divina, ya de por sí por el tema que se está tratando. La idea de que algo mayor a un crematorio se está por formar, una ideología que quiere volver a tener el poder y se susurra porque aún no se anima gritar. Lo implícito de la historia está cremado, guardado en un frasco y lo que quedan son cadáveres. La nueva ola checoslovaca tiene temas como la libertad típica de los sesenta pero también historias oscuras en un fondo gris, pero también libres al fin. Juampa Barbero
Dir: Juraj Herz