Casa del Teatro
Hernán Rosselli – Sección: Competencia argentina
Casa del Teatro es un documental contado casi a modo de ficción, y esto es por el trabajo de interacción entre el director, Hernán Rosselli, y sus personajes. Hay una interacción nula a nivel de periodista, sino que se utiliza los elementos narrativos propios de la ficción cinematográfica para ir haciendo avanzar el relato. No hay entrevistas, sino momentos. No es el clásico documental mirando a cámara, sino más bien el registro de las charlas que el personaje tiene con otros. Hay un gran trabajo de observación, pero a la vez la habilidad está en provocar situaciones y la película tiene muy en claro lo que persigue: la memoria y su olvido. La Casa del Teatro es una especie de asilo de actores, donde se les da atención médica y también realizan diferentes cosas para mantenerse en actividad artística, pero su época de oro ya pasó y ahora quedan sólo los recuerdos de estos varios residentes. La película se enfoca en uno, en Oscar, un hombre que desea reencontrarse con su hijo, pero el tiempo pasa y los recuerdos se desvanecen. La narración avanza muy clara consiguiendo cierta empatía con el espectador que cuando se ríe es porque en verdad se incomoda. Y a la vez se borra en encuadres cerrados que se desenfocan y el fondo se vuelve tan difuso como la memoria. – Juampa Barbero
Jeanette, la infancia de Juana de Arco
Bruno Dumont – Sección: Trayectorias
La última película del realizador francés Bruno Dumont y estrenada en la última edición del festival de Cannes es una pieza encantadora, original y audaz que juega con el límite de lo ridículo pero sin caer en la parodia ni en la comicidad exagerada y sin fundamento. Transcurre el año 1425 y una niña de ocho años llamada Jeanette siente pena, se compadece, reniega de la crueldad de la guerra y le implora a Dios que su nación sitiada por los ingleses sea liberada. ¿Por qué entonces no cantarlo? Y de ser posible acompañarlo por coreografías poco elaboradas y una música heavy metal con toques electrónicos potentes e intensos. Situada íntegramente en escenarios naturales entre un rebaño de ovejas, arena, arbustos y plegarias dichas en voz alta, diálogos rapeados por su tío o al ritmo de un flamenco violento bailado con un niño que le pide comida, el film de Dumont tiene pequeños momentos sorpresa y se escapa en dirección completamente opuesta a la idea de una película biográfica clásica. La premisa es simple: si se quiere hablar con Dios, sin duda es mejor hacerlo cantando. – Luis Mendoza
El silencio es un cuerpo que cae
Agustina Comedi – Sección: Competencia Derechos Humanos
Un relato íntimo de su directora, Agustina Comedi, quien busca reconstruir la imagen de su padre, conjugando las cosas que le habían dicho sobre él y una enorme cantidad de registro en VHS. Pero al ir profundizando en la película encontramos no sólo una alta poética visual, que hacen de la nostalgia y el dolor pinceladas analógicas, marcando el retrato de quien fue en verdad Jaime en vida. También hay una fuerte denuncia política de movimientos marginados hace tiempo, como el LGTBI (sin aún tener conciencia de grupo). Hoy una película así sirve, más que como una herramienta, como un arma de expansión, porque explora la clandestinidad pasada de las luchas de hoy. Un relato que funciona como un acordeón, donde se abre a cuestiones sociales y políticas en notas graves, pero produce su música cuando se cierra en lo más profundo de las preguntas de la directora y el silencio del personaje. – Juampa Barbero
The Rider
Chloé Zhao – Sección: Vanguardia y género
Una placa de metal en la cabeza, grampas y una gran venda manchada de sangre es lo primero que vemos de Brady, un vaquero de rodeos que a raíz de un grave accidente se ve forzado a abandonar el principal eje de su sensibilidad, de su pasión y de su gran propósito en la vida: los caballos. En medio de un inmenso paisaje rural, entre montañas y con un cielo enorme que amenaza con caérsele encima y derrotarlo en cualquier momento, acompañado por su frustración y su resignación a cumplir sus sueños, el film resulta elocuente y sin demasiadas vueltas ni sorpresas, pero a la vez profundo y muy bien llevado por su actor protagonista. Además en los ojos de sus amigos se esconde un prejuicio, un mandato social que obedece más a la rudeza y al falso coraje antes que la vida misma. Si Brady monta un caballo nuevamente podría morir, pero todo eso lo cansa, lo enfrenta consigo mismo y con su entorno, con esas miradas que le expresan todo el tiempo lo que quieren de él sin preguntarle absolutamente nada más, respaldados en su machismo, en sus debilidades que los avergüenzan y en sus propios miedos. – Luis Mendoza