La 34º edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata tuvo su inicio el pasado sábado 9 de noviembre. En el contexto de la costa argentina y con más de 300 films de todo el mundo, esta nueva edición del único festival clase A en Latinoamérica, tiene como eje el homenaje al recientemente fallecido José Martínez Suárez.
Se entregó el Astor de Oro póstumo a la memoria de dicho director, quien fue presidente de este festival durante más de una década. Los muchachos de antes no usaban arsénico, escrita y dirigida por el maestro fallecido en agosto pasado, fue la película de apertura.
Además, Graciela Borges recibió el Premio Astor a la Trayectoria. Las actrices Leonora Balcarce y Romina Richi y el actor Gastón Pauls fueron los encargados de entregárselo. Borges, pronunció al recibir el premio: “Esta noche es de José. Durante muchos años vine a este festival en donde lo conocí. De él tuve todo el cariño, apoyo y siempre palabras preciosas. Su deseo era que las nuevas generaciones no perdieran la búsqueda artesanal. Es indispensable que haya jóvenes cineastas con nuevas miradas, para que el cine permanezca vivo.”
A continuación un repaso de algunas de las películas que más recomendamos:
O que arde
2019 – Dir: Oliver Laxe. España, Francia, Luxemburgo. Sección: Competencia Internacional
Una de las perlas de esta edición es la tercera participación -luego de 2010 y 2016- del español Oliver Laxe con O que arde (Fire Will Come). Rodada en una Galicia rural, la película cuenta el retorno del pirómano Amador, preso por sucesivas causas, a la casa de su madre. Con paisajes nebulosos y una intrínseca relación humane-naturaleza, O que arde es producto de un co-guión entre el director y el cordobés radicado en Barcelona, Santiago Fillol (también co-guionista de Mimosa, entrega anterior del director) , que posee tanto momentos de calma y reflexión, así como secuencias altamente tensionantes. En un sentido más conceptual y en palabras del protagonista Amador -presente en la función del Auditorio- la película habla del perdón y la aceptación, del poder del fuego en tanto su capacidad de calentar y unir pero también en su carácter destructor. De forma exquisitamente sutil y sembrando pequeños datos a lo largo de sus 88 minutos, O que arde retrata la vida en el campo, las relaciones interpersonales, la lealtad, el amor materno, la redención y la tradición. Laxe vuelve al pueblo materno -al de sus abuelxs- a rodar un filme cálido y empático, honesto y perfectamente encuadrado. La secuencia inicial es una de las mejores que se han visto en mucho tiempo, sobre todo en el contexto festivalero, y la banda sonora exige una merecidísima mención aparte, no solo por la delicada participación constante en la naturaleza en las escenas sino porque también el soundtrack combina desde Vivaldi hasta Leonard Cohen. Otro punto destacable son el tono y el nivel de las actuaciones, sobre todo las de Arias Mon (Amador) y quien encarna a su madre, Benedicta Sánchez, que otorgan la dosis exacta de realismo y espontaneidad que el guion requiere. Los silencios enfatizan la relación implícita de madre-hijo, generando una dupla tan perspicaz como natural. Hay algo no dicho que flota constantemente en el ambiente y, sin embargo, en ciertos guiños el espectador es totalmente capaz de comprender lo que el director se “ahorra” en mostrar, compactando situaciones, relaciones y subtramas en escenas que le son profundamente familiares al público. El equilibrio perfecto entre el arte de representar la realidad y la capacidad de poseerla. – Melina Storani
La Botera
2019 – Dir: Sabrina Blanco. Argentina. Sección: Competencia argentina.
La ópera prima de Sabrina Blanco irrumpe en el festival con despojo y profundidad. La película tiene a Tati y a su adolescencia como protagonistas, que se desarrollan en un espacio que también cumple un rol fundamental. Rodado en Isla Maciel, el film sigue a Tati en sus problemáticas, deseos y finalmente en su empoderamiento. Con un equipo íntegramente compuesto por mujeres, la película ofrece una visión feminista que pondera la sororidad y el autodescubrimiento. Tanto en la historia como en la realización de la película, las mujeres desarrollan roles que históricamente fueron desempeñados por varones, y el simbolismo de los remos, que Tati aprende a usar a fuerza de escaparse de su casa y de desilusionarse con un amor, cobra más que sentido. La Botera es una película sensible y cercana a los procesos que vive su protagonista, con una cámara íntima y una documentación natural de la Isla Maciel, donde la cámara se vuelve una habitante más. No hay moral que juzgue los accionares de los personajes, que se mueven en este espacio que parece autoabastecerse permanentemente, con el fluir del agua como escenario constante. – Julieta Aiello