Un ícono de la música alternativa como lo es Ian Curtis tenía que tener su propia biopic dirigida por alguien que haya vivido esa mística que hoy representa Joy Division. Alguien que haya estado ahí, que haya visto a Curtis en su día a día, que ayude a esclarecer un poco este enigma de apellido Curtis, a nosotros, los simples oyentes del grupo que definió el post-punk con apenas dos discos. Y ahí aparece el nombre de Anton Corbijn, el fotógrafo y director de videos musicales holandés que no sólo tiene a “Enjoy the Silence” de Depeche Mode en su videografía, sino que muchos años antes le puso imágenes a “Atmosphere“, uno de los temas más oscuros de Joy Division con un recordado videoclip, rodado en 1988 (para el lanzamiento póstumo de este single, ocho años después de la muerte de Curtis). Sin embargo, Corbijn ya había fotografiado al grupo en los comienzos de la carrera: de hecho la mayoría de las fotografías que hoy vemos de Curtis y compañía son de su autoría. En definitiva, no podía ser otro. Este debut cinematográfico de Corbijn fue estrenado en 2007 y se basó en el libro Touching from a Distance, autoría de la viuda Deborah Curtis; quien a su vez ofició de productora del film junto a Tony Wilson, uno de los propietarios del sello Factory, el mismo que editaba los discos de la banda. En sus dos horas de metraje, Corbijn nos muestra el camino hacia el final que todos sabemos: el suicidio del ídolo que nunca fue ídolo. Desde la formación de la banda hasta el apogeo europeo, pasando por su casamiento con Deborah y la alborotadísima llegada de su hija Nathalie, su trabajo paralelo, sus ataques de epilepsia y su relación con Factory Records, Curtis es personificado por Sam Riley, en una actuación que no nos deja nuevas pistas de cómo se comportaba el ícono en cuestión (era un enigma para todos, no sólo para nosotros hoy), pero confiando en la dirección de alguien que estuvo “ahí” podremos asimilar y contextualizar comportamientos como los ataques epilépticos, las cartas que dejaba, su relación con sus padres, su affaire que lo llevó a las ruinas y, claro, con el mundo de la música. De más está decir que la totalidad del film se presenta en el blanco y negro característico del fotógrafo (pese a haber sido grabada en color) y que la música está compuesta por canciones de Joy Division, brindadas por cortesía por miembros de New Order (aunque también hay otras composiciones de artistas como David Bowie, Buzzcocks, The Velvet Underground y un inesperado cover de “Shadowplay” a cargo de los Killers). Sin embargo cuando suenan las canciones de Joy Division es cuando más “rico” se pone el relato: nos contextualiza el entorno en el que la canción fue concebida. Por ejemplo “She’s Lost Control“, cuando le diagnostican epilepsia (el “she” refiere a Corinne Lewis, compañera de trabajo que también la padecía); o el caso del himno “Love Will Tear Us Apart“, en una de las tantas noches que Curtis no duerme con Deborah. Con un gran trabajo de fotografía y con la idea momentánea de que parece un largo videoclip, Corbijn nos trae esta biopic que fue muy bien recibida por sus compañeros de banda, la viuda, los críticos y sus fieles seguidores. Con el claustrofóbico cierre a cargo de de “Atmosphere” nos damos cuenta de que el enigma permanecerá por siempre.