Creíamos haber visto al Joaquin Phoenix más raro en Inherente Vice (2014) de Paul Thomas Anderson. Incluso pensamos que no había mucho más tras reinar la anarquía escenificada por Todd Phillips en Joker (2019), o que nada iba a superar el desgarro desolador que profesa en Her (2013) de Spike Jonze. Pero nada nos iba a preparar para ver a alguien tan -poética y literalmente- desquiciado, solitario y partido en pedazos como a Phoenix en Beau is Afraid.
Poco tiempo atrás, se hizo viral un video del laureado actor recomendando a la audiencia no consumir hongos alucinógenos antes de ver su más reciente película. Mientras que el tono chistoso del video invitaba a los curiosos, también advertía de forma colateral que esto no es nada gracioso. Algunos solo quieren engañarte para hacer que la pases muy mal, y a esta altura ¿quién puede dudar del director Ari Aster?
Beau is Afraid desafía las convenciones al sumergirnos en un estado de narcolepsia dilatada, donde la realidad se fragmenta y las pesadillas se ciernen amenazantes, como pasillos de un laberinto surrealista que se estrecha inexorablemente para aprisionar a la razón. Aster logra adentrarnos en un delirio paranoide de terror metafísico que se consume vorazmente y, al igual que una droga, distorsiona nuestra percepción y nos arrastra a un abismo de desasosiego interminable.
Producida por A24, la tercera película del director estadounidense sostiene una experiencia cinematográfica que busca fastidiar más que entretener, y estrangular en lugar de satisfacer al espectador. A medida que la trama se desangra a cuenta gotas, nos encontramos en un caos ensordecedor, una ruptura total de las cadenas de la lógica que da lugar a un frenesí de imágenes que se retuercen y se desvanecen en un maremágnum masoquista y perturbador.
Beau is Afraid es una ola de confusión para quien no entra en el viaje, pero quienes sí se animan a hacerlo van a picar a fondo en el pozo más barroco y sinuoso de su imaginación. Nadie sabe muy bien qué es lo que está pasando y al sentir esa adrenalina es cuando se empieza a entender el punto: es el exceso de elementos cinematográficos dispuestos a narrar la vertiginosidad del pánico y desplazarse en el tiempo con maestría técnica. De nuevo, se trata de romper las cadenas del entendimiento en pos agudizar los eclipses mentales del protagonista.
Sus secuencias oníricas nos remiten a 8 ½ (1963) de Federico Fellini, abstrayéndonos en la oscuridad inquietante de Inland Empire (2006) de David Lynch. Su fuerza simbólica también transita entre la ambigüedad de obras maestras de la talla de El espejo (1975) de Andrei Tarkovski y las lecturas psicoanalíticas de muchas de Alejandro Jodorowsky. Beau is Afraid se inscribe en esta tradición, donde la narrativa se entrega al libre albedrío del perverso absurdo de Aster, convirtiéndose en una forma de expresión sin restricciones estéticas, ni mucho menos juicios morales.
A raíz de esto, la película polarizó a la crítica cinematográfica a nivel mundial, dividiendo aguas de manera contundente. Aunque nada tiene de sorpresa que no haya sido estrenada en salas nacionales, esto no disminuye la injusticia de la situación para quienes deseaban descargar todo su pavor en la pantalla gigante. Sin dudas, no se trata de un film que permita una entrada fácil ni concesiones superficiales, y se encuentra en los extremos más viscerales del mainstream: es tan horrenda e invendible como significativa y sublime.
Con solo tres películas en su haber, y una galería de aberraciones que se bifurca en diversos cortometrajes, el realizador neoyorkino dejó bien claro su firma autoral. Ari Aster sigue expandiendo su locura en películas que parecen remitirnos unas a otras. Reminiscencias de Hereditary (2018) se hacen presentes con la decapitación de la madre del protagonista que nos recuerda a la niña interpretada por Milly Shapiro. Además, es una comedia ácida con tintes de The Strange Thing About the Johnsons (2011), y desborda la densidad atmosférica de Midsommar (2019). Es imposible no pensar en el suicidio del viejo en un paraíso terrenal, viendo a un joven saltar de un edificio al cemento, pero a diferencia del primer caso, nadie vendrá a enterrar el cuerpo del anciano. Porque a lo largo de tres horas, nada tiene de celestial el infierno que propone Beau is Afraid.
Mirá el trailer de Beau is Afraid a continuación.