Drive My Car es una de las películas más interesantes y peculiares que nos dejó el 2021. Después de su estreno mundial en Cannes, festival en el que se llevó el galardón a Mejor guion, la película de Ryusuke Hamaguchi es una de las protagonistas de esta temporada de premios y se convirtió en el primer título japonés en ser nominado a Mejor película en los Oscars.
Con un detalle supremo en diálogos, miradas y silencios, el film -basado en el cuento homónimo de Haruki Murakami- aborda la angustiante situación de un director de teatro (Hidetoshi Nishijima) que perdió tempranamente a su hija y acaba de perder a su esposa. Mientras vive el duelo, se traslada a Hiroshima para dirigir una versión multilingüe de la obra Tío Vania de Antón Chéjov. En ese proceso se descubrirá interpelado no solo por la trama de la obra, sino también por las personas que se cruzan en su camino y, fundamentalmente, por la imposibilidad de manejar su propio auto.
La progresión de la historia y los personajes en Drive My Car es altamente delicada y precisa. Las casi tres horas de metraje se justifican al momento que vemos que el director se toma el tiempo necesario para que entremos en el universo del protagonista (una introducción de casi 20 minutos hasta que aparecen los títulos iniciales) y luego para adentrarnos en sus vínculos. Nishijima está a cargo del rol principal de Yusuke Kafuku, desarrollando sus costados más fuertes y sus más grandes debilidades tan a flor de piel en ese momento.
Al llegar a Hiroshima, las personas que lo contratan le explican que por razones de seguridad no podrá manejar su propio auto, un espacio que para Kafuku significa el vínculo con su esposa a través de su voz grabada en casetes. También es el espacio en donde ensaya y donde tiene momentos de conexión consigo mismo, sin dejar de lado el símbolo de poder masculino que implica manejar, al menos en el mundo occidental. Todas estas aristas se pondrán en tensión con la aparición de Misaki Watari (Toko Miura), una joven silenciosa y críptica que será su chofer. A partir de ese momento somos testigos de la construcción de la obra, con un elenco más que diverso -personas de diferentes edades y lenguas, incluso una mujer muda- que incluye el joven actor con quien su mujer le fue infiel. En paralelo, vemos una evolución en el vínculo con su chofer y una progresiva apertura emocional del personaje.
Los pasajes de la famosa obra de Chéjov se vuelven parte de la historia. En una puesta en práctica de la metatextualidad, los sentidos de la película se expanden al encontrarse con los planteos sobre la vejez, la soledad y la comunicación del autor ruso. Drive My Car se corre de muchas temáticas actuales que pueblan el cine mainstream, pero tal vez su mayor magia resida en cómo logra adentrar al espectador en las profundidades de un personaje: en su sexualidad, su creatividad, su dolor, sus miedos, sus contradicciones y perversiones. El personaje es tan humano que se vuelve extraño: es en esta construcción exacta y pausada que cada acción y reacción de Kafuku se siente completamente verdadera.
Drive My Car estrena en MUBI el 1 de abril.