El brutalista (The Brutalist) es una de las películas que está arrasando en la temporada de premiaciones. A días de la ceremonia de los Oscar, donde cuenta con 10 nominaciones, ya lleva ganado el Globo de Oro a Mejor película dramática, varias estatuillas en los BAFTA y un Critic’s Choice para el actor Adrien Brody. Esta es una película de gigantesca escala dirigida por Brady Corbet -director de películas como Vox Lux y actor en films como Funny Games y Mysterious Skin– en la que la obra que el protagonista realiza se vuelve un correlato de la propia inmensidad del film.
El brutalista narra la historia de un arquitecto judío que, luego de la Segunda Guerra Mundial, huye hacia Estados Unidos en busca de una vida mejor, mientras espera que lleguen su esposa y su sobrina. Allí conoce a un millonario que le dará la posibilidad de construir una obra arquitectónica de gran escala, que también le permitirá recuperar su reputación. Esta obra que parece ser su salvación, será también su condena.
El descenso hacia la locura, la revelación de que el sueño americano no está habilitado para los judíos, el recuerdo constante de la guerra y la bofetada del capitalismo serán los elementos que irán ennegreciendo la vida del protagonista. Brody hace un trabajo magistral en esta película -que por momentos recuerda a su papel en El pianista– y desarrolla un carácter con más aristas, reprochable en varios momentos y víctima en diferentes niveles.

En este sentido, la película de Corbet podría conectarse con el clásico de Werner Herzog, Fitzcarraldo, donde el protagonista buscar montar una ópera en Manaos y, durante la realización de esta odisea, pierde la cabeza. El brutalista es una película de gran tamaño en todos los sentidos: por su extensa duración, por la cantidad de temáticas que aborda y por la complejidad de sus planteos.
Así es también la construcción brutalista que el arquitecto lleva adelante en Estados Unidos, valiéndose del estilo arquitectónico nacido en la posguerra que se caracteriza por la predominancia de materiales como el hormigón y por la creación de estructuras frías y minimalistas. En el film, esta es la vía para representar el sufrimiento, el desarraigo y la coraza que forma el protagonista para sobrevivir. Este proyecto es la perdición de un hombre que busca gritar a través de una obra disruptiva, extraña a los estándares de belleza y terrorífica por su imponencia.

A pesar de estar planteada en estos términos, El brutalista no es una biopic sobre una persona real. El nombre de László Tóth se tomó prestado y no hace referencia a un arquitecto en particular. Así, Corbet toma la estructura clásica de las películas biográficas para contarnos una historia a la que no le falta nada: drogas, guerra, historia, arte, drama, sexo y política.
El brutalista desarrolla la refundación de Estados Unidos a través de la inmigración y el desencanto con el “país de la libertad” -mensaje que queda plasmado en los primeros momentos con la famosa estatua patas para arriba-, mientras que ofrece una clara mirada compasiva sobre el pueblo judío, donde el “genio” no es un loco por su exotismo sino por su pasado, ese mismo que también lo condena.