La novedad no es algo que siga caracterizando al cine de Wes Anderson, aunque ver una nueva película suya parece una propuesta irresistible. Luego de dos cintas reprochables -La crónica francesa (2021) y Asteroid City (2023)-, el director obsesionado con las simetrías y los colores pasteles arriba con El esquema fenicio, un film menos coral que los anteriores sin nada nuevo bajo el sol.
Las tramas intrincadas han ido en aumento en la filmografía de Anderson. El esquema fenicio se presenta apabullante desde sus primeros minutos de metraje y eso se intensifica con una narración repleta de elementos. Para quienes ya están adentrados en su cine, los decorados suntuosos, la estética retro y los planos detalle de utilería no serán una sorpresa, aunque no por ello dejarán de alucinar.
Esta película protagonizada por Benicio del Toro se centra en el hombre más rico de Europa durante la década del 50. Recorriendo lugares exóticos conocemos el gran proyecto de su vida, al tiempo que se reencuentra con su única hija mujer -una monja- e intenta esquivar a la muerte planeada por los cientos de enemigos que ha cosechado. Se trata de un protagonista completamente amoral, que se va ablandando mientras forja un vínculo más cercano con su hija.
El esquema fenicio repite otras de las habitualidades de Anderson: el desfile de estrellas de Hollywood -aunque sea mediante cameos-, actores que interpretan desde la apatía y la inexpresividad y un desarrollo del absurdo. A su vez, en esta película se ve reforzada otra de las claves de su cine: la presentación naif de tramas y personajes oscuros. Ese contraste, plasmado desde la comedia negra, es posiblemente el acierto más grande aquí.
La simpatía y la ternura que caracteriza el cine de Anderson están aquí más cercanas a las canalladas, con una fuerte influencia del cine de Quentin Tarantino. Aún así, la trama se presenta débil en torno a lo suntuoso del empaque. Hay una cierta carencia de humanidad -no solo la buscada en la dirección de actores-, en la extrema perfección formal que se profundiza con cada nuevo film.
La influencia que Anderson tiene de la Nouvelle Vague sigue siendo parte de sus personajes y tramas, sobre todo al mostrarnos caracteres que se desvían constantemente de un objetivo que siempre parece irrealizable. Sin embargo, la humanidad que caracteriza a dicho movimiento francés y que el estadounidense supo dominar con maestría en Los excéntricos Tenembaum, La vida acuática y Viaje a Darjeeling, está cada vez más oculta en las capas estilizadas de su propuesta, que por momentos está más cercana al videoclip o al cómic que al propio cine.