Mucho se ha hablado sobre la nueva película de Steven Spielberg, Los Fabelman, un film que pasó por los Globos de Oro llevándose el premio a Mejor director y a Mejor película dramática y ahora encara los Oscar con siete nominaciones. El director, que es una de las figuras emblemáticas de Hollywood, eligió recorrer su infancia desde la ficción y contar cómo nació su amor y dedicación por el cine, aunque su nuevo trabajo ha sido considerado como una gran cuota de autorreferencialidad.
Si bien es cierto que el director de E.T. nos presenta un personaje llamado Sammy en su infancia y adolescencia que claramente refiere a su historia formativa, esta película es antes que nada un coming of age y un ensayo sobre el poder del cine. Con los ya conocidos yeites del realizador que revalorizan la infancia, la familia y muchas veces se nos presentan como fábulas, The Fabelmans es una película que versa sobre el séptimo arte -su artesanía, sus tecnicismos- y sobre el poder de la ficción.
La cinta se ambienta en los años 50 en Estados Unidos, en un contexto algo turbulento en el que una familia de cinco debe mudarse constantemente por el trabajo del padre y la madre se encuentra en un delicado estado psicológico. Allí crece Sammy (Gabriel LaBelle), un niño judío que va por primera vez al cine, ve Un tiro en la noche (The Man Who Shot Liberty Valance) de John Ford y queda completamente enamorado de este arte.
Obsesionado por recrear la escena más impactante de este western, el niño comienza a indagar de manera autodidacta captando imágenes de su familia, para luego llegar a filmar su primer western de manera amateur. Mientras se forja la carrera de quien sería uno de los directores más grandes de la historia, se va tejiendo la trama familiar, todo desde los ojos de un niño luego devenido adolescente, aunque no por ello ingenuo.
Lo central de esta película es cómo un cineasta se forma: a través de la cinefilia, de sus emociones y vivencias, pero fundamentalmente a través del oficio. Spielberg hace sin dudas un homenaje al cine y a sus grandes maestros, entre los que Ford queda ponderado, sobre todo en la escena final; pero fundamentalmente el director muestra cómo se forja el oficio y se las ingenia para mostrar el detrás de escena de una película quitando el velo de magia para finalmente darnos una clase sobre la fuerza de la ficción.
El cine es ilusión, claro, pero para quienes lo hacen es artesanía y es técnica. Esta dualidad queda plasmada en las figuras de sus padres: su madre (Michelle Williams) es una sensible artista que no pudo desarrollarse como pianista pero representa el lado más excéntrico de la familia, mientras que su padre (Paul Dano) es un ingeniero informático obsesionado por el progreso y el avance tecnológico, enfocado además en hacer dinero. Esto, finalmente, define lo que será el cine de Spielberg: una perfecta fusión entre maestría técnica y arte.
The Fabelmans no escatima en momentos algo cursis dentro de su devenir narrativo y muchas fórmulas emotivas del Hollywood más clásico, pero no por eso deja de ser una pieza excelentemente construida. Más que la vida de Spielberg ficcionalizada, The Fabelmans es una oda al cine en un momento clave de la historia del séptimo arte, momento en el que las sagas y las secuelas abundan y la artesanía se ha reemplazado por una fría tecnología.
No caben dudas de que la cuestión melancólica y la idea de mirar hacia atrás en su vida es un condimento clave de esta película, siendo que el director se encuentra llegando a los 80 años, pero también es la mirada de un hombre y un trabajador del cine que ha construido una carrera versátil y ha visto pasar diversas etapas del cine frente a sus ojos.