¿Qué nos convierte en Dios y qué en demonio? ¿Hasta dónde es legítimo el desarrollo intelectual si en el camino se ocasiona el mal? ¿Puede un descubrimiento científico volverse el reflejo de una maquiavélica humanidad? Estas son algunas de las preguntas y tensiones que circulan por la trama de Oppenheimer, el nuevo film de Christopher Nolan que retrata mucho más que la historia del hombre que creó la bomba atómica.
Las películas de Nolan pueden parecer grandilocuentes e hijas sanas del mainstream de Hollywood. Esta película no es la excepción pero sí agrega un valor adicional: el de la humanidad en medio del caos. Para construir la biopic de Robert J. Oppenheimer, Nolan se toma tres horas, despliega un sinfín de efectos visuales y sonoros y, por sobre todo, un planteo existencial. El protagonista de esta historia será un héroe que devendrá en villano, un genio que devendrá en asesino y un hombre que devendrá en demiurgo.
Con paciencia y detalle narrativo, el film expone la vida privada y pública de Oppenheimer: su formación académica, su carácter, sus debilidades eróticas, sus simpatías políticas y su proyecto colectivo de crear la bomba atómica. Las amantes del científico, su relación con el resto de la comunidad científica y sus posturas políticas parecen datos de color hasta cierto momento de la narración, en la que todo empieza a cobrar sentido, ya que Nolan plantea al humano de la manera más natural, como un todo repleto de contradicciones, dudas, arrepentimientos, aciertos y errores.
En el caso del protagonista, el ego y la sed de saber lo llevan a la creación de un arma de destrucción masiva y es ahí donde el film plantea una encrucijada: ¿el asesino es quien diseña el arma o quien la utiliza? Tal vez ambos. Por eso, Oppenheimer convoca al espectador a acompañar al protagonista en su viaje mental, donde batalla con sus demonios, con sus dudas existenciales, donde sufre sus errores, mientras también se regodea en sus victorias, teniendo entrada exclusiva al salón oval de la Casa Blanca o siendo tapa de la revista Time.
Nolan ha construido en esta película uno de sus relatos más humanos e interesantes, aunque su cine siempre parece pecar de una suerte de carencia de “alma”. El despliegue técnico no tiene objeción, sobre todo el inteligente uso de los silencios, siendo que desde su poster esta película evoca estruendos y desastre. Eso sucede porque el foco de la narración no está puesto en el hecho histórico sino en la subjetividad del personaje. Si bien es una cinta de corte histórico, es una pieza ante todo moderna en la que lo fundamental es la interioridad del protagonista.
Con este film, el director de El caballero de la noche da un paso más en su prolífica filmografía y apuesta a la maestría técnica así como al drama profundo. Lo mismo sucede con el actor principal, Cillian Murphy, que logra una creación compleja y rica en matices. Oppenheimer se presenta como un dios, un demonio, un genio y un inhábil emocional. Para sostener este último aspecto aparece la relación amorosa con su esposa (Emily Blunt), un vínculo tan sólido como frío, tal como se presenta una teoría científica: apasionante, desafiante y sujeta a los cálculos.
Oppenheimer posiblemente quede como uno de los grandes hitos de la carrera de Nolan, no solo por su producción sino también por el momento histórico del cine en el que fue estrenada. Por un lado, llegó a las salas de manera simultánea a Barbie, un film antagónico, y aún así logró la adhesión del público. Además, propuso la necesariedad de verla en IMAX, postulando la gran diferencia que implica verla desde la comodidad del hogar frente a una sala que ofrezca las condiciones óptimas para disfrutarla en su esplendor.
Oppenheimer es una mirada compleja a un personaje histórico clave para el siglo XX. Se aleja completamente de los facilismos de cualquier biopic y construye capas narrativas para ofrecer al espectador un panorama lo más completo posible del contexto socio histórico, aunque la centralidad de la narración se apoya en la humanidad de este hombre, un nombre que a priori podría evocar la monstruosidad. Nolan no filma desde la sentencia o desde la absolución, sino que construye su propio Oppenheimer, un hombre atribulado y un carácter fascinante.
Oppenheimer está disponible en salas de cine.