“Explicar con palabras de este mundo/ que partió de mí un barco llevándome”, escribió Alejandra Pizarnik en un poema incluido en su libro de 1962, Árbol de Diana. Más de seis décadas después, Cecilia Kang retoma la fuerza de la imagen de aquél poema para contar un crimen de guerra devastador.
Las llamadas “Mujeres de consuelo”, o comfort women en inglés, fueron las mujeres secuestradas por el Imperio japonés y forzadas a la esclavitud sexual durante la Segunda Guerra Mundial. En muchos casos eran engañadas, con la promesa de trabajo y una vida mejor, para terminar encarceladas en las “estaciones de consuelo”, el espacio donde vivían junto a otras compañeras y recibían a varios soldados por día que buscaban satisfacer sus deseos sexuales. Distintas investigaciones aportan que las mujeres provenían de Corea, China, Japón y otros territorios ocupados en ese entonces por el Imperio.
Kang, coreana de segunda generación nacida en Argentina, se topa con esta historia en su adultez y siente el impulso de querer contarla. Para hacerlo se aleja del documental de registro histórico y, en cambio, busca conectar el caso con la colectividad coreana local a través de un falso documental. El film abre con el casting que lleva a conocer su protagonista: Melanie.
Melanie se empapa de la historia de las wianbu (término coreano para las mujeres de consuelo) a través de los textos que el equipo del documental le brinda para interpretar a una de las sobrevivientes. La violencia histórica se entreteje con episodios de violencia familiar más cercanos y, frente a cámara, pareciera darse cuenta que ella también es, de alguna manera, una sobreviviente. Comienza una reflexión sobre las tradiciones de su pueblo, su historia familiar y su relación con la comunidad mientras continúa investigando sobre la sobreviviente (su papel en la falsa ficción) sin dar con mucho material.
La película encuentra su clímax cuando Melanie viaja a Seúl para reencontrarse con su hermano. En la capital de Corea, nuestra protagonista va a un museo dedicado puntualmente a las wianbu y asiste a la marcha semanal por el pedido de justicia frente a la embajada japonesa (la llamada “Manifestación de los miércoles”). Las secuencias allí grabadas tienen una carga emotiva diferencial, impulsada por la música de Delfina Peydro -compañera de Kang en la banda El Asesino del Romance-. Partió de mí un barco llevándome, el segundo largo documental de la realizadora argentina, le da voz a esas sobrevivientes y pone en circulación esos crímenes en este lado del mundo (solo en Buenos Aires se estima que la colectividad coreana está integrada por 25.000 personas, por lo cual la película es también un valioso aporte a esta comunidad). Partió de mí un barco llevándome es, también, una búsqueda de memoria, verdad y justicia.
Partió de mí un barco llevándome, de Cecilia Kang
2023 – Argentina
Sección: Competencia internacional
Seguí la cobertura del 38 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en este enlace.