Netflix eligió el 31 de diciembre para estrenar la película que tal vez sea la más interesante de su catálogo de 2021: si bien The Lost Daughter (o La hija oscura) no es una producción original de la plataforma, sus derechos de distribución fueron adquiridos después de que pasara por los festivales más prestigiosos del mundo. Se trata de la ópera prima de Maggie Gyllenhaal, actriz con una larga y prolífica carrera, quien se decidió a dar el salto a la dirección lo que fue, hay que decirlo, una elección más que atinada. El film cuenta con las actuaciones de Olivia Colman, Jessie Buckley, Dakota Johnson, Peter Sarsgaard, Oliver Jackson-Cohen, Paul Mescal y Ed Harris y se ha erigido como una de las candidatas más fuertes para la temporada de premiaciones.
Gyllenhaal adapta la novela homónima de Elena Ferrante para contar la historia de una “madre fallida”, una mujer en la mitad de su vida que se encuentra sola, en plenitud con su profesión y disfrutando de las playas griegas, pero que claramente esconde un secreto de su pasado que la ha convertido en una persona taciturna. Ella es Leda, el personaje que con maestría inusitada interpreta Colman. La narración nos trae y nos lleva desde el presente al pasado de Leda, conocemos su actualidad que se desenvuelve en una potente soledad, y vamos acercándonos a tiempos anteriores de su vida en los que era la cabeza de una familia tipo. El disparador para esa revisión de su vida será una madre joven con su hija que se encuentran vacacionando en la misma playa que ella y por las que desarrolla una especie de obsesión.
Probablemente, uno de los aspectos más valiosos de este película es el planteo que se desarrolla sobre la maternidad. Lejos de una mirada romantizada, la narración pone en tensión el deber y el deseo: se ubica en el punto de vista de una mujer que intenta llevar adelante su maternidad y, al mismo tiempo, su desarrollo personal -algo que en muchos momentos se presenta incompatible-. En tiempos en que la institución familiar y el rol de la mujer como madre comienzan a cuestionarse y a abordarse de maneras alternativas, The Lost Daughter es una película más que actual y en varios puntos transgresora. La noción de instinto maternal se pone en cuestión, así como se relativiza la moral en torno a la entrega de una mujer hacia su familia. De todos modos, lo interesante y rico del personaje de Leda es que las contradicciones que han generado sus elecciones viven en sí misma y, cerca de cumplir 50 años, vuelve sobre su pasado con pocas certezas, aunque con culpas y arrepentimientos.
El hartazgo de la protagonista se intensifica con los primeros planos, que Jessie Buckley (la actriz encargada de interpretar a Leda en su juventud) no solo los soporta sino que les hace honor en todo momento. El cuerpo de una mujer atravesado por la maternidad se muestra como un encierro; un laberinto de arrepentimientos, miedos y un deber ser muy marcado. Uno de los puntos más chocantes del film es ver la ausencia de cariño y dulzura de esta madre hacia sus hijas, mostrado sin juicio alguno: es ahí donde reside la originalidad y el feminismo del relato. En este sentido, vale hacer una mención al film cordobés Julia y el zorro (2018), dirigido por Inés María Barrionuevo y en el que también se aborda una maternidad alternativa.
The Lost Daughter es, además, una bella película en términos estéticos. Con una fotografía deliciosa, para la cual ayuda el maravilloso escenario griego, el film se vuelve un deleite visual que se presenta con una suerte de calma atravesada por una tensión permanente. Maggie Gyllenhaal arranca su carrera como directora con maestría, abonando el espacio de las mujeres y las historias de las mismas en Hollywood, a la vez que presenta una temática que difícilmente deje al espectador indiferente. Toma una gran cuota de valentía presentar por fuera de la moral a una madre que no se siente madre; una mujer que elige su individualidad por sobre la familia.