El cine de terror actual nos sigue dando razones para afirmar que está en un momento de gran bonanza y renovación. Las propuestas de género que arriban a las salas son tan interesantes como diversas y demuestran que el terror está más que fortalecido. Late Night with the Devil es una prueba de ello.
Esta película australiana dirigida por los hermanos Cameron y Colin Cairnes se sitúa en la década del 70 y cuenta la historia de un conductor de televisión que protagoniza todas las noches el talk show Night Owls with Jack Delroy, el cual cuenta con un moderado éxito pero nunca llega a estar a la altura del rating de Tonight Show, su mayor competencia. Así, aprovecha la noche de Halloween para hacer uso del sensacionalismo y lograr captar a la audiencia con una propuesta que no tardará en irse de las manos para todo el equipo de producción.
Late Night with the Devil es una película que versa fundamentalmente sobre los peligros de perseguir el éxito a cualquier costo. Esta premisa se sostiene con una acertada pintura de época: la televisión cumpliendo un rol casi omnipresente en los hogares del “primer mundo”, una realidad atravesada por Vietnam y la violencia civil que demanda cada vez más al entretenimiento adormecedor, la “moda” del ocultismo y las sectas y el surgimiento de un cine de terror que se apoyaba en los temores más reales de las personas.
Así como los films de terror de los 70 -siendo los dos más representativos El exorcista y La profecía-, Late Night with the Devil es una película adulta y ligada a cierta solemnidad. No hay en esta historia lugar para el humor o las exageraciones del gore, sino que reina una suerte de seriedad que le otorga verosimilitud.
En una sociedad que consume, sufre y ejerce violencia, la vara para el impacto es cada vez más alta. El propio entretenimiento pasatista se convierte en una oportunidad para llevar al extremo las emociones y los límites de lo creíble. Así, por el especial de Halloween que organiza este conductor desfilarán diferentes personajes que aterrorizan a los televidentes y a la audiencia allí presente.
En este sentido, la película tiene un logro destacable que es sumar a los espectadores reales del film como parte de la audiencia del programa de televisión ficticio, activando así una suerte de metanarración. Una herramienta clave para ello es que gran parte del film lo vivimos como si fuera un talk show.
En este concepto nuclear de la película que es la sed de éxito, se cuela la idea del diablo. Si bien no hay un pacto satánico explícito, el protagonista se embriaga de poder a medida que los números de audiencia crecen y, de manera paralela, acude a una deshumanización. Satanás ha tomado posesión de este programa; tanto por la “falta de respeto” a las fuerzas oscuras como por el imparable deseo de éxito.
En lo que respecta estrictamente al terror, Late Night with the Devil triunfa al crear una atmósfera de alerta e incomodidad constante. El frenesí del show en vivo es un recurso que suma tensión, pues lo impredecible de los invitados, algunos miembros de la audiencia y el equipo se transforman en amenazas de las que nadie puede escapar, ya que todo transcurre con las cámaras encendidas.
Además, los episodios explícitamente terroríficos están logrados con maestría tanto estética como narrativa. Late Night with the Devil recoge elementos de la tradición del cine de los 70 -incluso se cuelan referencias a El rey de la comedia (1982)- y aplica la crítica sociohistórica desde el castigo que las fuerzas oscuras tienen preparado para aquel que no ponga límites a su ego.
Late Night with the Devil está en salas de cine.