Valparaíso ocupa un rol protagónico en la obra de Andrés Nazarala. Nacido y criado en la ciudad portuaria chilena, el crítico de cine, escritor y realizador, actualmente radicado en Buenos Aires, tiene un fuerte sentido de pertenencia (y cierto grado de nostalgia) que lo hace volver una y otra vez a esos escenarios. Siempre desde los márgenes, escapándole a la típica postal turística. Lo anticipó en su opera prima Debut (2009), un híbrido entre ficción y documental rodado en modo “guerrilla” en un blanco y negro que retrata algunos días en la vida del músico chileno Mosé Noé, y donde rinde homenaje a la escena musical porteña de los 90. Y lo retoma en su segundo largometraje, Los años salvajes, inspirado en el movimiento conocido como la “Nueva ola chilena”, época que Nazarala reconstruye mediante memorias heredadas principalmente de su padre, quien vivió la ciudad en su máximo esplendor en los sesenta.
Esta vez el personaje principal no es un músico real, pero captura muy bien el espíritu. Ricky Palace (magistralmente interpretado por Daniel Antivilo), es un rockero sesentón, tan hosco como entrañable, que idealiza un pasado glorioso y vive inmerso en un mundo que ya no existe, en parte por el impacto de la dictadura, que afectó profundamente a la bohemia local. Su salud se deteriora rápidamente a causa del alcohol y el cigarrillo, y lo están por desalojar de la modesta habitación en la que vive. También el mítico bar Cochran, guarida donde Ricky suele cantar para unos pocos seguidores, acaba de anunciar su cierre y prepara un evento de despedida. El dueño (encarnado por José Soza), uno de los pocos amigos que le quedan, decide cambiar de vida y mudarse a una cabaña en medio del bosque. Por si esto fuera poco, la prensa local publica una noticia errónea que anuncia la muerte de Ricky Palace.

A medida que avanza la trama, este estado de cosas va dejando entrever las tristezas y rencores que se esconden detrás de esa aparente rudeza. Un viejo amor que quedó trunco, por ejemplo, o una canción robada por quien fuera su compañero de aventuras, el extravagante Tommy Wolf, cantante melódico que ahora triunfa en el extranjero. Aunque está fuertemente anclada en la ficción, y embebida en ese realismo poético con toques de comedia tan característico del cine de Aki Kaurismäki, la película también incorpora a personajes clave de la escena cultural de Valparaíso, como José Alfredo “Pollo” Fuentes y la cantante de boleros Lucy Briceño, o la emblemática escultura del cantor Jorge “Negro” Farías, bolerista bohemio que murió en la pobreza. La banda sonora, mayormente compuesta por el músico chileno Sebastián Orellana, es otra apuesta fuerte de Nazarala y una pieza fundamental en la construcción del retrato de época. Narrada en forma episódica, Los años salvajes trasciende lo melancólico para afirmarse en la resiliencia, en la amistad como refugio, y en el arte como forma de escaparle a la muerte.
Los años salvajes, de Andrés Nazarala
2024 – Chile
Sección: Música
Seguí la cobertura del 26 Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente en este enlace.