Chloë Sevigny filmando un documental en San Cristóbal, Buenos Aires suena como un argumento distópico, pero de hecho es el principal atractivo de Magic Farm. A pesar de lo llamativo de la premisa y del encanto estético de este film indie, su desarrollo hace que pierda bastante de su encanto.
Un grupo de cineastas llega a San Cristóbal para filmar la historia de un cantante, pero rápidamente se dan cuenta de que han arribado al lugar equivocado de Latinoamérica. Desde el comienzo, los personajes aparecen ridiculizados y se hace hincapié en la visión endogámica de Estados Unidos: para ellos, el resto del mundo es una misma cosa.

Más allá de esta suerte de autocrítica, el pueblo argentino está estereotipado de manera reduccionista y ridiculizado en varios aspectos. Si bien Magic Farm tiene una dirección de arte destacada, un puñado de tomas atractivas y algunos pasos de comedia, la película cae en lugares comunes constantemente y termina por ser una visión acotada sobre el ser latino. En ese sentido, coincide con el punto de vista que comúnmente adopta el cine estadounidense en torno a la región.
Si el “wokismo” de cartón está bajo la lupa de las derechas y cuestionado también por algunos sectores progresistas, esta película no hace más que reforzar el rechazo que causa en muchos sectores de la sociedad. El film de Amalia Ulman parece intentar parodiarlo a través de personajes hipsters y vacíos, pero termina siendo un producto hecho y derecho de este tipo de artistas y le suma la burla a la diversidad cultural, el amarillismo mediático y la lógica de las redes sociales.
Magic Farm, de Amalia Ulman
2025 – Estados Unidos, Argentina
Sección: Competencia internacional
Seguí la cobertura del 26 Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente en este enlace.