Entre las películas que compiten en los premios Oscar 2025 se encuentra Nickel Boys, posiblemente el film más arriesgado de esta edición. Dirigido por RaMell Ross, quien adaptó la novela ganadora del Pulitzer de Colson Whitehead, es un duro coming of age en medio de un racismo abusivo en Estados Unidos durante la década del 60.
El cine ha enseñado que hay innumerables maneras de contar una historia. La cámara, el sonido, las actuaciones, el guion y los diferentes elementos que componen un film son los que logran que cada director tenga ante sí un horizonte infinito de posibilidades a la hora de abordar una narración. Ross entendió esto a la perfección y aprovechó los recursos formales del cine para exprimirlos y experimentar.
Lejos de la modernidad efectista y estimulante de La sustancia y el relato lineal y clásico de A Complete Unknown y Cónclave, este drama cuenta la historia de dos adolescentes afroamericanos que se conocen dentro de un cruel reformatorio e intentan sobrevivir a los abusos, el racismo, la lejanía con la familia y la inminencia de un futuro poco prometedor.
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El reformatorio lleva por nombre Nickel, pero hace referencia a la institución real Dozier School para varones que funcionó durante poco más de un siglo en Florida. Este instituto era conocido por las violaciones, asesinatos, torturas y múltiples aberraciones que allí sucedían y no fue hasta 2011 que se cerró definitivamente.
Para narrar la historia de estos jóvenes, el director apuesta por la cámara subjetiva durante grandes porciones del relato. Esta decisión, conectada con la gran cantidad de planos detalle, de idas y vueltas temporales y elipsis narrativas, hace que el film deseche el relato clásico y desafíe al espectador para la comprensión de los hechos. Sin embargo, lo más importante -la vivencia individual del horror y el racismo- queda claro sin la necesidad de ser explícito.
Esta es una película de denuncia que incluso recurre a la inclusión de imágenes de archivo y detalles periodísticos para legitimar el discurso histórico. Pero lejos está de las propuestas que hacen poner los ojos en blanco a los votantes de los Oscar como 12 años de esclavitud o Green Book. El sufrimiento, la injusticia, la lucha y la resiliencia son parte fundamental de la historia, pero es lo formal lo que prevalece y hace de esta pieza una rara avis.