Luca Guadagnino estrenó Queer, adaptación de la novela de William Burroughs de 1985 que se presentó como una continuación de Yonki, el libro anterior del escritor. Allí, el autor presenta a un personaje obsesionado con la búsqueda de la planta yagé, también conocida como ayahuasca, mientras vive una suerte de exilio en México. La película porta el espíritu de la Generación Beat -aunque en los 80 ya no existía como tal-, de la cual Burroughs fue uno de los principales exponentes.
Daniel Craig encarna a Lee, un escritor con una fuerte adicción a los opiáceos y al alcohol que se encuentra viviendo en México luego de que su estilo de vida lo haya eyectado de los Estados Unidos. En busca de jóvenes con los que tener sexo, de bar en bar y transitando las calles de un pueblo mexicano, decide embarcarse en un viaje por Sudamérica para encontrarse con la yagé y así indagar en el mundo de la telepatía.
Craig desarrolla uno de los papeles más interesantes de su carrera, un antihéroe abatido por la edad, las adicciones y obsesionado al borde de la locura. El actor británico comprende y da cuerpo a los aspectos más característicos de un escritor beat: un hombre snob que transita por los márgenes de la sociedad, entregado a la experiencia, que juega con los límites de la vida y la muerte, que experimenta con drogas y sexo y para el cual la literatura es vital.
Además del casting y la maestría fotográfica, otro de los grandes aciertos de esta película es la banda sonora a cargo de Trent Reznor y Atticus Ross -que también trabajaron en Desafiantes, la anterior película de Guadagnino-. La presencia de Nirvana en la banda sonora se acopla a la figura del hombre atormentado e incomprendido, así como la pesadumbre de la atmósfera se atenúa con la presencia de canciones de Prince y New Order.
El mundo de Queer está narrado a través de los ojos del protagonista, por lo tanto hay una mirada narcótica y etílica -con visiones distorsionadas- y también lasciva y erótica. En un tiempo en el que Hollywood no deja de ceñirse a la pacatería, la nueva película de Guadagnino se muestra incorrecta y desafiante -paradójicamente, logra la premisa que su anterior película no cumple-, con un personaje en decadencia, tanto por su edad como por sus prácticas.
La película se divide en capítulos, pero tiene dos grandes partes: la que nos sumerge en la tediosa y lacónica vida en un pueblo mexicano, y la que nos lleva de viaje a la selva junto con las plantas sagradas y la medicina que abre una puerta a la trascendencia. Queer navega constantemente entre lo mundano y lo trascendental, entre lo apropiado y lo desconocido, entre la no vida y la no muerte, todo condensado en un personaje tan débil como potente para soportar las contradicciones más extremas y hacerlas cuerpo.