Hay problemáticas que no conocen fronteras y hay giros simples que pueden dar vuelta toda una vida: hubo un error en un hospital maternal en Japón y dos bebés fueron entregados a la familia incorrecta. A partir de este conflicto, el último film de Hirokazu Koreeda se construye como un bello retrato sobre la idiosincrasia nipona que trabaja con temas relacionados a la paternidad (mucho más que la maternidad, lamentablemente), el orgullo y hasta la felicidad misma. De tal padre, tal hijo es una película que es, al mismo tiempo, una pregunta retórica. De la trama surgen y se plantean interminables interrogantes que Koreeda no se gasta en responder literalmente, dejando que la sensibilidad del espectador interprete los problemas y las sensaciones por cuenta propia. La obra, en realidad, no es más que una sensible observación sobre la vida de dos familias de distintos estratos sociales que deben decidir qué hacer con el hecho de no haber estado criando a sus hijos naturales durante seis años. La historia, guionada por el cineasta japonés pone en juego cuestiones relacionadas a la herencia y a la pertenencia que interpelarían a cualquier padre o madre alrededor del mundo. El director Hirokazu Koreeda es uno de los realizadores japoneses con más renombre internacional de los últimos años. A través de su filmografía, uno logra encontrarse con un autor que examina distintos temas con problemáticas muy humanas y premisas fuertes (After Life, de 1998, tiene su planteamiento en “El Cielo”) apoyado en un estilo visual único. De tal padre, tal hijo no contó con un estreno comercial en América Latina, aunque sí llegó a algunas salas alternativas de Buenos Aires a partir del pasado enero. Allí, algunos espectadores ya pudieron emocionarse a pesar de las diferencias culturales que se reflejan en pantalla y de la barrera idiomática que se cae cuando uno se da cuenta que el conflicto en cuestión causaría, obviamente, un impacto tremendo en cualquier familia de cualquier lugar. Uno que también parece haberse emocionado fue Steven Spielberg, quien tras ver la película en el Festival de Cannes 2013, ceremonia en la cual el film de Koreeda se llevó el Premio del Jurado, ordenó la compra de los derechos por parte de DreamWorks Studios pensando en una posible remake hollywoodense.