Marvel ha pasado años siendo la industria que proporciona hombres (sí, en su mayoría hombres, por supuesto) con cualidades sobrenaturales que los convierten en seres extraordinarios que se ocupan de hacer justicia en algunos casos, de usarlos de manera negativa en otros, combatir el mal, etc etc… todo lo que conocemos de los superhéroes, básicamente. Recolectando gran cantidad de fans a través del globo, convirtiéndose en una marca registrada de fetichismo, saltando de la novela gráfica al cine y al merchandising, Marvel parece haber entendido que adaptarse a los tiempos que corren es una de las estrategias fundamentales para mantenerse vigentes. Así es que nuestro nuevo héroe, Deadpool, coincide con pocas de las características de los superhéroes tradicionales, incluso el film en sí mismo, se arriesga a cambiar el paradigma desde su estructura, tono y narrativa.
Deadpool aparece como un spin-off, derivado de los X-Men; lo interesante reside en que lejos de comportarse como los ya clásicos mutantes, Deadpool los rechaza, trata de alejarse lo mayor posible del estereotipo de superhéroe justiciero. En un diálogo constante con el espectador, nuestro carismático personaje deja en claro su objetivo desde el principio: esta es una historia de amor, y su objetivo principal es “recuperar a la chica”. Salvar el mundo o hacer justicia no está entre sus intereses. Para llegar a concretar su plan, seremos partícipes de idas y venidas en el tiempo de la narración, mediante lo cual conocemos la historia de Deadpool y nos vamos encariñando con el personaje, que se presenta casi como un comediante, infantil y permanentemente bromeando. La empatía que nos causa es casi inmediata, en primer lugar porque es un superhéroe netamente humano, que usa sus poderes como medio de reconquista y de venganza por ese amor perdido; en segundo lugar, pero tal vez lo que más define al film, porque ridiculiza todos los clichés con los que Marvel ha hecho dinero todos estos años. Deadpool se convierte en una especie de Quijote de la Mancha, anunciando el ocaso de un género, en tiempos donde el perfil de “macho” empieza a decaer, donde la sexualidad está más a flor de piel, donde los niños compran cada vez menos las historias fantásticas. Esto no quiere decir que las historias de superhéroes estén acabadas, porque siempre tendremos un lugar en nuestro corazón para ellas; pero sí es necesaria la adaptación a los que los nuevos tiempos piden. Necesitamos de la presencia de un Deadpool: un hombre con la cara desfigurada, con vicios, fobias, enamorado y algo tonto.
Una muestra clara de que la parodia en este film no tiene límites es el comienzo de la película, los títulos de apertura: quitando toda solemnidad a la presentación del staff, se anuncian los personajes desde los típicos estereotipos que sabemos vamos a encontrar en un film de Marvel: el idiota, el acompañante, la chica sexy, el villano, mientras suena la melosa “Angel of the Morning” por Juice Newton. Como buena parodia, Deadpool contiene todos los elementos típicos de una película de superhéroes: magnificas explosiones de las cuales los personajes sobreviven insólitamente, persecuciones, chicas malas fortachonas y sexys, disfraces, etc. Lo interesante es cómo aun ridiculizando estos recursos, siguen siendo útiles para la narración.
Deadpool es una expresión de la post modernidad, es la aceptación de que los roles y los estereotipos están cada vez más borrosos.