David Lynch es uno de los artistas más extraños y singulares que nos ofrece el arte contemporáneo. Conocido fundamentalmente por su trabajo como cineasta, el norteamericano también ha ahondado en la música y la pintura, de hecho el arte plástico fue su primer amor y el puntapié inicial para que se dedicara al cine. Entre las múltiples influencias que se articulan en su obra, que ha sido catalogada como surrealista en diversas ocasiones y por diferentes críticos, se encuentra el artista Francis Bacon.
El cineasta llegó a Bacon al observar una de sus pinturas en una galería en el año 1966. Según su propio relato, el encuentro con esta obra fue “emocionante” y posteriormente la marca de Bacon sería parte de su planteo. De hecho, Lynch habría empezado a hacer cine al pensar cómo sería una pintura si se pusiera en movimiento, con lo cual su filmografía está estrechamente relacionada con la pintura.
Bacon nació a comienzos del siglo XX y tuvo su etapa más prolífica entre los años 50, 60 y 70. Su estilo ha sido designado como figurativo idiosincrásico y arte de posguerra, y una de las características más patentes de su obra es la transfiguración de rostros en los retratos, la transmisión de imágenes perturbadoras a través de rasgos expresionistas y surrealistas que fue adoptando a lo largo de su carrera.
Lynch tomó como inspiración directa los cuadros Portrait of a Man y Two Figures at a Window para Twin Peaks, incluso la sala roja de la serie también está influenciada por el pintor. Y, si bien en muchas películas podemos ver dialogar su poética con la del pintor, específicamente tomó del auto retrato de Bacon de 1969 la idea para construir la figura del hombre elefante en la película del mismo nombre.