Un primer plano de la mirada atenta de un gato gris impasible frente a lo que ve. Fuera de campo oimos gritos, la rotura de vidrios, golpes y quejidos de dolor. De esta forma arranca Elle, el nuevo trabajo del siempre polémico Paul Verhoeven (Bajos Instintos, Showgirls), un film cuyo punto de partida es la inusual reacción de una mujer de mediana edad luego de sufrir una violación perpetrada por un desconocido que irrumpe en su casa.
Con ese inicio, el cineasta holandés podría haber elegido el camino fácil y previsible mediante el cual retratar la búsqueda de venganza de una mujer traumatizada. No obstante, en su lugar, Elle es un film con un sentido del humor políticamente incorrecto que transforma las consecuencias psicológicas producto de una experiencia límite en un vehículo para desarrollar una comedia (muy negra) acerca de la decadencia de la burguesía en la sociedad moderna y la fragilidad de los vínculos sociales.
Con un manejo del absurdo que remite al modo surrealista que tenía Luis Buñuel de burlarse de las tradiciones, los valores y la estructura sagrada de la familia, Verhoeven deconstruye el ideal de moral en las relaciones con quienes nos rodean, retratando con total naturalidad el adulterio, la muerte, la decadencia de la iglesia, lo perverso, lo políticamente incorrecto y la violencia utilizando para ello a una serie de personajes inescrupulosos y desagradables a los cuales decide (afortunadamente) no retratar desde la superioridad moral para hacerlo desde una admiración que los hace entrañables y cercanos por mas extraño que pueda sonar.
El hilo principal del film aparenta retratar el viaje psicológico post traumático de una mujer para luego bifurcarse en innumerables tramas secundarias que lejos de distorsionar el eje de la historia ayudan a concebir una mirada pesimista sobre una realidad sórdida. El centro de todo aquello que sucede en la película es su magnética protagonista femenina, Michelle, magistralmente personificada por la leyenda del cine europeo Isabelle Huppert. La actriz francesa le otorga a su antiheroina una frialdad que en primer lugar marca la distancia que ella misma establece con respecto a su propia tragedia para luego extrapolarse a la relaciones que la vinculan con su hijo, su madre, sus amigos, sus compañeros de trabajo y sus vecinos, quienes a su vez exponen sus propias miserias en un juego en el que cada uno parece competir por quien es peor.
La maestría de Verhoeven y del guión firmado por Philipe Dijan reside en la astucia con la cual a partir de cuestiones duras, escabrosas y polémicas ambos conciben una comedia que no falla en generar risas en el espectador para al minuto siguiente asquear. Ese contraste entre la risa y el estremecimiento frente a lo perturbador está muy bien pensado y no desentona, gracias a una progresión que permite que todo vaya sucediéndose de forma inesperadamente vertiginosa y que no genere concesiones al público.
Con una visión de la sexualidad femenina utilizada como arma de poder (a partir de cómo se construye y se rompe la dinámica establecida entre violador-víctima-victimario) al igual que como lo hacía hace mas de 20 años en Bajos Instintos, Verhoeven da a luz su mejor película, una obra maestra desafiante y provocadora pero tambien extremadamente divertida. Elle presenta una forma no tradicional de ver las relaciones de manipulación entre mujeres y hombres (algunos podrán tildarla de manifesto feminista, otros de todo lo contrario) y no se detiene en esbozar juicios de valor ni fábulas generando una atmósfera nada convencional y diferente a todo lo que se pueda ver durante este año.