Pedro Almodóvar es uno de los directores más polémicos y osados de nuestro tiempo. Siempre está jugando con los límites de la moral en sus obras, mantiene una estética clave y única en la que se refleja su gusto por la transgresión. El sexo, la homosexualidad, las drogas, el mundo del espectáculo under, las mujeres, el abuso sexual, etc. son algunos de los temas más recurrentes en sus films. Entre Tinieblas (Pedro Almodóvar, 1983), a pesar de ser uno de sus primeros largometrajes ya presenta la estética almodovariana bastante marcada. Esta vez (como lo haría años más tarde en la increíble La mala educación) se mete en el ámbito religioso con todas las transgresiones imaginadas. Yolanda (Cristina Sánchez Pascual) es una cantante que cree haber sido la asesina de su novio adicto y busca refugio en el convento de las “Redentoras Humilladas”, donde la recibirán unas monjas bastante particulares: La madre superiora (Julieta Serrano) adicta a las drogas duras, lesbiana (y enamorada de Yolanda) y estafadora, Sor rata de callejón (Chus Lampreave) escritora de Best Sellers bajo un pseudónimo, Sor perdida (Carmen Maura) quien tiene un amante y cría un tigre en secreto, entre otras. Realmente, con semejante elenco y semejante planteo, algo malo no puede salir de allí. Almodóvar potencia toda su furia contra la institución católica y la convierte en una comedia negra, con pasajes tan cómicos que es imposible no lanzar una carcajada. Es increíblemente histriónico ver a una monja en sus hábitos sentada en una cama inyectándose heroína con un crucifijo por detrás… traspasa lo irónico. Pero lo interesante, más allá del perfecto humor tan característico del realizador español, es observar las críticas descarnadas que se operan sobre una institución tan respetada e idealizada como lo es la iglesia católica. Todo lo bizarro que sucede dentro de este convento, es tomado con total naturalidad; la supuesta inocencia de estas devotas se convierte en sólo un medio para conseguir con más facilidad las drogas y atraer mujeres corrompidas para tener sexo con ellas. Y es con esta naturalidad con la que el director nos plantea lo natural de esta situación. Sí puede decirse que al ser tan hiperbólico se pierde un poco el condimento verosímil, pero no creo que sea el objetivo retratar la realidad tal cual es, sino efectuar una denuncia con un tono humorístico y transgresor. Entre este desastre el tigre, el animal salvaje a quien se supone que debería temérsele viene a ser por un lado el contraste con estas monjas desacatadas y a la vez, claramente un símbolo de esta ferocidad y amoralidad desatada sin límites dentro del convento. Y creo que es justamente en la amoralidad donde más hurga el film: con escenas desopilantes y con un marcado estilo bizarro Almodóvar nos libra del pecado poniendo a las monjas en lo más bárbaro de la condición humana. Y para demostrar esto no hay mejor forma que el humor. No faltan, por ejemplo los musicales típicos de algunos films del director, los vestuarios extravagantes y coloridos, “Las chicas Almodóvar” (Maura, Roth-con una aparición fugaz-, Lampreave, Serrano), la musicalización tan particular, etc. Todo esto nos hace sentir como en casa, aunque no sea una película tan valorada ni de las mejores del realizador. Sí puedo decir que el ritmo se vuelve un poco denso y que se pueden notar algunos baches narrativos o escenas tan voladas que llegan a lo ridículo. Almodóvar siempre nos sorprende: siempre tiene para ofrecernos una historia de amor con la crítica social más mordaz por detrás, pero se reinventa permanentemente. Si bien éste es uno de sus primeros films, la frescura en el humor está siempre presente. Y aunque se esté tocando un tema tan delicado como la religión, es importante banalizarlo y llevarlo al ámbito de lo pagano para reírnos un poco de nosotros mismos y dejar de ser tan conservadores por un rato. Por eso recomiendo fervientemente Entre tinieblas (y la mayoría de la obra de Pedro Almodóvar) y digo: ¡Bendita sea la transgresión!