Octubre es el mes del terror, en el que la excusa de Halloween nos hace acercarnos a las películas de género, revisionar algunos clásicos y teñir de sangre las pantallas. Es en torno a este género cinematográfico que se pueden abrir muchas puertas de discusión: la de la calidad de los films, la repetición de códigos narrativos, la renovación y también el papel de la mujer en su historia. Cuando vinculamos terror y mujeres es inevitable no referirnos a las “final girls”, o “chicas finales” en español.
Este término fue acuñado en el libro de 1992 Men, Women and Chainsaws: Gender in the Modern Horror Film (Hombres, mujeres y motosierras: el género en el cine de horror moderno) de Carol J. Clover, en el que la autora abordó desde una perspectiva feminista el cine de terror y específicamente el subgénero slasher.
El slasher, para ubicarnos rápidamente, es el subgénero que alcanzó su auge durante los ochenta y que tiene como característica principal la inclusión de un asesino enmascarado que la mayoría de las veces ataca con un cuchillo. Entre los títulos más paradigmáticos del slasher se encuentran La masacre de Texas (1974), Halloween (1978), Viernes 13 (1980) y Pesadilla en la calle Elm (1984). Pero hay algo que une a estos films además de sus enigmáticos e incansables asesinos: la chica que queda viva hasta el final y pelea contra el asesino.
El canon del cine de terror ubica a la primera final girl en Jess Bradford, interpretada por Olivia Hussey, el personaje de Black Christmas de 1974, pero es cierto que ese film no tuvo la misma relevancia o influencia que La masacre de Texas de Tobe Hopper, estrenada el mismo año. En esta última película, que popularizó para siempre la inclusión de la motosierra en un gran número de títulos posteriores, Sally Hardesty es la chica final. El personaje que interpreta la actriz Marilyn Burns logra sobrevivir a la familia de temibles caníbales que la atacan durante todo el film. Devastada, termina huyendo y sobreviviendo a todos sus amigos.
Algo similar sucede en Halloween con Jamie Lee Curtis, uno de los rostros más legendarios del slasher, quien se ganaría el mote de “scream queen” (reina del grito) gracias al personaje de Laurie en el film de John Carpenter. Un dato de color en relación a Jamie Lee es que es la hija de Janet Leigh, la icónica actriz de Psicosis que vimos morir apuñalada en la bañera sentando las bases del terror moderno; de hecho gran parte de la crítica acuerda que la película de Alfred Hitchcock, estrenada en 1960, podría considerarse como el primer slasher.
El mismo esquema de matanza paulatina de, en general, un grupo de jóvenes por parte de un asesino enmascarado y la supervivencia hasta el final de una chica valiente se repite en casi todos los slasher. Así lo vemos también en Viernes 13 y Pesadilla en la calle Elm, en la que dos mujeres terminan triunfando, aunque rara vez el asesino muere, algo que también habilitó la cantidad de secuelas que este subgénero nos entregó. Pero, ¿qué lectura nos merece la figura de la final girl a la luz de los feminismos?
Por un lado, tenemos que considerar que la final girl tiene ciertas características particulares. Si tomamos como ejemplo a Laurie de Halloween, veremos que ella es la única de sus amigos y amigas que no tiene sexo, respeta su trabajo de niñera e incluso se ocupa de otros niños del barrio cuando sus amigas se escabullen para tener sexo. Laurie es aplicada en el estudio, es pudorosa, no fuma y es excelente con los niños. Frente al planteo del slasher que ubica a los asesinos como entidades punitivas del libertinaje, Laurie es quien merece sobrevivir: ella (o cualquier final girl) es quien reúne las condiciones morales que le permitirán destronar al villano. Esto nos plantea una dicotomía, porque si bien este cine elige heroínas mujeres y pone en ellas valores reservados en general para los hombres (valentía, fuerza física, heroísmo, etc.) también las convierte en esto por características que las ligan a estereotipos bastante anquilosados.
Si pensamos en una de las final girls más complejas y no pertenecientes al slasher como es Ripley interpretada por Sigourney Weaver en Alien (1979), veremos que nuevamente nacen las contradicciones. Ripley puede salir con vida y desembarazarse del octavo pasajero por su conocimiento intelectual, su tenacidad y su fuerza física. De hecho, la emocionalidad de ver a sus compañeros morir uno a uno en el espacio no logra nublar su vista. Sin embargo, en la escena final, la de su triunfo definitivo, Ripley se quita la ropa, queda en camiseta y ropa interior en una clara sexualización que acompañará su heroísmo. Ya en la segunda entrega de Alien veremos que el motor de su triunfo es el instinto maternal.
Lo cierto es que el cine de terror es uno de los terrenos menos conquistados por las mujeres en el séptimo arte, incluso hasta la actualidad. Si bien abundan las protagonistas femeninas, no así las directoras y guionistas. De todos modos, pensar en un concepto como el de final girls que de hecho ha logrado saltar del slasher para ubicarse en subgéneros como el gore, implica pensarlo de manera pluridimensional, no solo situándonos en contexto sino también considerando las diferentes aristas que se ponen en juego.
A pesar de ser una repetición casi en serie (a Jamie Lee Curtis la veremos hacer de final girl también en el film de 1980, Prom Night), el concepto de la chica final pone de moda e instituye, al menos en el terror, la heroína femenina, lo cual no es un punto menor. Claro que este heroísmo está teñido de aspectos reprochables, pero no deja de asignar un rol de poder que logra combatir hasta el más psicópata asesino.