La ensayista y poeta argentina Ivonne Bordelois abre su libro La palabra amenazada (Libros del Zorzal, 2003) señalando que si estuviéramos al tanto de que las palabras “pasión” y “paciencia” tienen la misma raíz etimológica en el latín, tal vez prestaríamos mayor atención a la sabiduría inmanente del lenguaje y nos inclinaríamos a escucharle.
Foto estudio Luisita es uno de los mejores documentales nacionales del año, y una cita obligada para todx amante de la fotografía. El film presenta a la figura de Luisa Escarria con un nivel de intimidad y cercanía que aumenta minuto a minuto y acaba por develar –y, en parte, rescatar– la trayectoria de una de las mejores retratistas del continente.
La locación central de la narración –que es delicada, y puesta en acción con una cadencia tan serena e inocentemente graciosa como la de su protagonista—es ese departamento/estudio ubicado sobre la avenida Corrientes, lugar donde Luisita trabajó junto a sus hermanas durante la época dorada del teatro de revista y produjo fotos de una calidad tan destacada que terminaron por hacerla trascender por fuera de ese género teatral y parándola detrás de su cámara frente a figuras de la talla de Atahualpa Yupanqui, Tita Merello, Mariano Moreno o Libetad Lamarque.
Pero el documental de Sol Miraglia y Hugo Manso queda atravesado por otros tipos de interrogantes cuando se detiene a reflexionar sobre la condición de migrante latinoamericana de Luisita y su género, en tanto fotógrafa profesional dentro del contexto artístico porteño durante la segunda mitad del siglo XX. Al mismo tiempo, pone en discusión otras preguntas de orden más bien cultural: ¿Por qué la obra de Luisita ha permanecido oculta? ¿Cuál es su verdadero valor del legado fotográfico dentro de la cultura popular porteña? ¿Qué entendimos y qué entendemos por cultura popular? ¿Qué lugar le ofrece hoy el Estado y la comunidad artística a la genial obra de esta artista?
Foto estudio Luisita rescata y expone parte del acervo privado que la fotógrafa guarda con sus hermanas –en el documental vemos tan sólo la punta del iceberg: existen casi 40 mil piezas entre negativos e impresiones que permaneces guardadas— al mismo tiempo que termina por convertirse en una gema audiovisual que, esperemos, no permanezca oculta.