Llega el final de este primer especial de Cine en Indie Hoy de Road Movies. Arribamos a destino, podríamos decir. Y con una película en la que, justamente, también vemos el final de un viaje, singular y utópico: Hacia Rutas Salvajes (Into the Wild, Sean Penn, 2007). Basada en una historia real, Hacia Rutas Salvajes cuenta la historia de Chris McCandless (interpretado por un sorprendente Emile Hirsch), un joven de acomodada posición que acaba de graduarse en historia y antropología y, sin avisarle a nadie, pero consecuencia de una conflictuada infancia y adolescencia, decide retirarse de la sociedad en la que vivía y de cualquier concepto ligado al materialismo. Es así que Chris dona sus ahorros de 24.000 dólares, quema los billetes verdes que le quedan, corta sus tarjetas de crédito, abandona su auto y se larga al camino. Un rifle, un paquete de arroz y libros son los que determinarán la suerte del joven. McCandless estuvo recorriendo Estados Unidos por poco más de un año y medio (la travesía comienza en junio de 1990) pero con otro nombre: Alexander Supertramp. Un viaje con estas características no admitía seguir con el mismo nombre ni mucho menos ser encontrado. La película se divide en cuatro fases que son narradas de manera cronológica: nacimiento, juventud, adultez y obtención de sabiduría, que se alternan con la travesía final de Chris: el viaje a Alaska, inspirado por uno de sus escritores favoritos, Jack London. En medio de este helado paisaje es donde encuentra el “autobús mágico”, que vino a ser su refugio durante, presuntamente, 112 días.
Una serie de infortunios da rienda al desenlace trágico que esta inspiradora, pero desoladora historia, guarda para el final. Sean Penn hace su magistral labor de director y guionista (se basa en la biografía que escribió Jon Krakauer sobre el caso) poniendo frente a la cámara a unos curiosos personajes tan bien interpretados que genera una mayor empatía en el caso. La fotografía es contundentemente bella y la banda sonora a cargo de Eddie Vedder cumple su importante papel, aunque a veces pareciera que las imágenes son las que acompañan a la música, y no al revés. Una vez en el almuerzo de mi trabajo surgió el planteo de: “¿qué harías si supieras que esta tarde se acaba el mundo?”.
Mi respuesta fue: “me quedo en casa, veo Into the Wild, me hago bolita y espero el fin”. Pese a la desolación y el gusto agridulce que queda luego de sus dos horas y media de metraje, la historia de Chris McCandless tiene un dejo de esperanza (después de todo, llegando al final él mismo nos aclara que ha tenido una vida feliz) y hace ver el mundo desde una óptica diferente, invitando a la constante reflexión. Si bien es un poco utópico todo el planteo, es un film del cual no deberíamos preocuparnos, mucho menos sorprendernos, si se nos queda en la cabeza por un buen tiempo.